El trastorno de un omega

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Advertencias: Creo que un par de groserías, derroche de sentimientos.

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I.

Por un minuto completo la boca del alfa se desencajó de su lugar y Haru estuvo seguro que el estruendoso latido de su corazón iba a la par de aquel.

El abogado se aclaró la garganta varios segundos para que tanto alfa como omega pudieran salir del lapsus de comunicación telepática que los suspendía a un punto muerto. El primero en salir de allí fue Makoto quien rogó por más detalles al respecto.

Haru pese a prácticamente estar atento a todo lo que salía de la boca del alfa mayor era incapaz de retener nada, en su cabeza sólo estaba la frase "un día más". Suspendida en el aire, respirable y tangible. Tan horrorosamente real que se debió aferrar con fuerza a los apoya brazos de la silla para no deslizarse hasta el piso y hacerse un bola de distréss omega.

—Pese a comprender su situación la ley exige que sea el alfa quien entregue los documentos...— todo lo demás sonaba acuoso —tu padre... el numero.... Secretaria... ayudará... — sólo un pitido molesto igual a cuando la vez en que sufrió una infección en el oído por mucha agua acumulada. Un mal cuidado y voilá sordo por casi dos semanas.

Sólo podía mirar a Makoto ¿qué diría ahora el pobre y comprensivo Makoto? Un día más significaba un enlace más profundo y directo, más miedo más tensión. No tenía suficientes supresores como para soportar mucho más que un par de horas. Makoto no lo dejaría solo el día de Navidad como tampoco se podría permitir el lujo de plantar a su familia. La posibilidad de encontrar un hotel era lo más razonables pero no tenía fuerzas, todo su espíritu se drenaba como si en aquellos documentos firmados y listos significaran la sentencia de muerte. Su muerte.

¡Qué tonto había sido al menos preciar su lazo con el único alfa que amó! Idiota, mil veces idiota se decía mientras Makoto le dirigía a la salida casi arrastrándolo. Del abogado nada más supo aparte de una incomprensible despedida.

Las paredes se derrumbaban, el piso temblaba, los sonidos eran cantos infernales burlones y crueles, todo estallaba estruendosamente y la cabeza ya no funcionaba sólo podía ver la espalda ancha de su alfa o exalfa. Estaba abrumado, aterrado, quería gritar, llorar, todo al mismo tiempo ¡qué tonto! Le recriminaba su instinto.

—Haru...— masculló Makoto jadeando también sintiendo los devastadores efectos de la pérdida. Síntomas ya experimentados antes pero mucho peores —...Nos espera a la salida, resiste— ¿qué o quién? Quiso preguntar pero Makoto no le dio tiempo para dar un solo paso más alzándole entre sus brazos como un costal de papas. Se vio en el reflejo y eran exactamente iguales a los relojes derretidos del cuadro que tenían Rin y Sousuke en su acogedora casa con patio a cuadras de su complejo de departamentos. Tenía que concentrarse en cualquier cosa que no fuera el dolor de los síntomas del desenlace ¿Makoto también lo sentiría? Debieron hablar de eso antes de venir. Concentrarse se recordaba ¿cómo se llamaba el cuadro? No recordaba era de un tipo de bigote... Gaudí, no, no ese era el arquitecto... Dalí sí ese.

Y estaban fuera.

—Por todos los cielos sólo fue una firma y así es como se pone— gruñía una voz conocida que no lograba ni distinguir pero le sonó molesta.

—No creas que yo estoy mucho mejor, apenas y respiro ¿los tienes?— Haru vio entre la inconciencia a Makoto tragar píldoras sin agua. Hubo un extraño lapsus de negrura hasta sentirlo contra su boca en nada parecido a un beso romántico obligándole a tragar tanto agua como pastillas.

No eres mi alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora