─¿A dónde vas? ¿No es un poco tarde para irte? Mamá enloquecerá si dejo que te vayas a la mitad de la noche, y yo no soportaría si te pasara algo─pregunta desconfiadamente la voz de Diego desde el sofá. Ni siquiera tengo que acercarme demasiado hasta la sala para saber que está alzando una pulcra ceja tras el respaldo en el proceso.─¿Qué haces aún despierto? Creí que dijiste que mañana te levantarías temprano para ir al gimnasio─respondo con otra interrogante, mientras me dirijo hasta colocarme junto al chico.
─No trates de evitar mi pregunta con otra, Emilio. Tal vez eso te funcione con Roy, pero no conmigo. Soy tu mejor amigo, bobo. Te conozco más de lo que tú te conoces a ti mismo...
─Touché.
Ambos nos quedamos en silencio, simplemente disfrutando de la silenciosa compañía del otro. Finalmente, la agradable quietud es rota por el nostálgico tono con el que él vuelve a hablar.
─Estaba recordando las travesuras que solíamos hacer en tu casa cuando teníamos siete ─suelta entre medio de risitas─ ¿Recuerdas la vez que tomamos un vestido de tu madre y se lo pusimos a Adrian? Ella nos correteó por todo el jardín cuando lo vió.
Sin poder evitarlo suelto una divertida carcajada y lo observo con cariño, pero él ni siquiera me da la devuelve. Esa simple acción incrementa las contradictorias sensaciones en mi pecho.
─Mi madre estaba completamente furiosa cuando vio las condiciones en las que dejamos su vestido. Se suponía que ese sería el que usaría para una presentación─recuerdo.
Diego me mira entonces, con una tierna sonrisa que logra aliviarme y derretirme a partes iguales. No obstante, los labios de Diego también se tuercen en una socarrona y divertida mueca que me pone alerta:─ Y si mal no recuerdo, ese día Adrian te robó tu primer beso.
—¡Aghhh!—me quejó tan pronto como escucho su comentario. Una carcajada escapa de los finos labios de Diego cuando, involuntariamente, me sonrojo de pies a cabeza. Sin perder tiempo, golpeo con fuerza su brazo en venganza. Esto parece traerlo de regreso a la realidad, mientras se masajea la adolorida zona─. Teníamos siete años y fue un accidente, ¿cuánto más debemos repetirlo para que nos creas?
─Mmm... Claro, porque uno se resbala siempre sobre los labios de otro. La verdad es que yo siempre creí que él estaba un poco enamorado de tí y había usado la excusa para besarte─responde con diversión, soltando alguna que otra esporádica risita—. Después de todo, él siempre fue el más maduro de los tres.
─¿Qué va? Maduro y Adrian no van en la misma oración.
Ahora, soy yo quien recibe un leve golpe en mi brazo como represalia. Por unos segundos más, ninguno dice nada y nos dedicamos a observar la televisión apagada, como si en verdad pudiéramos ver algo a través de ella.
─A veces los extraño.
─¿A quiénes? ─pregunta Diego con confusión, saliendo del ensimismamiento en el que había caído.
─A ustedes. A esos tiempos en los que no teníamos preocupaciones más importantes que no ser atrapados robando galletas de la cocina.
─Siempre podemos ir y robar algunas, ¿no?
Es entonces donde sólo puedo rodar los ojos con aparente molestia, pero estoy seguro que a fin de cuentas, el simple gesto expresa total y absoluto cariño.
─Sabes a lo que me refiero, idiota─digo con un nostálgico tono, a la vez que poso la mirada en los ojos pequeños de mi amigo en espera de una respuesta.
─Lo sé─suelta demasiado pensativo, mientras juguetea con el borde de su plateada camisa de pijama─, a veces también extraño esos tiempos, aunque después recuerdo que nada ha cambiado. Sí, es cierto que hemos crecido, pero aún seguimos aquí, los tres, siendo los inseparables amigos de siempre. Y todos los nostálgicos recuerdos desaparecen porque... porque seguiremos creando nuevos y mejores recuerdos juntos.
Diego toma una de mis manos entre las suyas y le da un suave apretón, como si quisiera infundirme algo de fuerzas. Automáticamente, una alegre sonrisa se apodera de mi rostro ante ese tierno gesto. No obstante, internamente, muy dentro mío sé que así no funcionan las cosas. Sé que no somos inseparables. Sé certeramente también, que seré yo el que se quede sin ellos. Y en lugar de infundirme fuerza, algo en ese simple apretón de manos se siente como una despedida.
Ajeno a las maquinaciones que comienzan a cruzar en mi mente, Diego suelta mis manos y se dispone a emprender camino hacia su habitación. Sin embargo, antes de alejarse de mí, se gira y dice:
─Estaba despierto porque sabía que intentarías irte desde que se nos unieron Aidan y Andrés. Pero no tienes que hacerlo, nosotros no te estamos alejando. No te estamos excluyendo en lo absoluto. Tú siempre contarás con nosotros, incluso cuando menos esperes─ sus palabras son dichas con despreocupación, no obstante, su intranquila mirada desmiente este hecho. Así que observo el afilado rostro, en busca de algo que me diga que está mintiendo y que, en realidad, van a dejarme cuando menos lo espere. Pero por más que busco, no encuentro nada─. No resistiría que nos alejaras porque tenemos nuevos intereses o nuevos amigos. Tampoco resistiría que no confiaras en nosotros, tus amigos de toda la vida, algo que te esté abrumando. Porque sea lo que sea, siempre vamos a estar aquí. Por tí. Y lo superaremos.
Sin decir más, reemprende el camino hacia las escaleras. Cuando la puerta que separa la sala del pasillo se cierra tras él, un fuerza renovada me ayuda a levantarme de mi lugar y me apresura a seguirlo. Después de todo, no puedo estar seguro de lo que vaya a suceder después. Y si tenemos en cuenta que Diego es la persona más dulce y sincera que conozco, entonces es más que correcto afirmar que mis sospechas de que está mintiendo son infundadas. Así que suspiro y entro a la habitación, para después tirarme en el espacio que Diego me ha dejado al otro lado de su cama.
Ciertamente no sabía si ellos realmente seguirían a mi lado, no sabía si ellos terminarían encontrando un remplazo. No sabía si se molestarían por mi resiente forma de evitarlos. Tampoco sabía si me apoyarían o no, una vez les contara que soy gay. Pero no importaba, no en ese momento, porque Diego me abrazó como a un oso de peluche y sentí a Adrian unírsenos en la cama. Mañana sería otro día, y no importaba más allá de eso si aún los tenía conmigo.
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NO CONTROL, emiliaco.
Fiksi PenggemarEmilio estaba perdidamente enamorado de Joaco, tan perdidamente que nunca sabia como actuar estando a su lado. AU de IMPOSSIBLE, emiliaco. (Emilio Osorio/Joaquín Bondoni) Libro dos de la trilogía.