Capítulo 9: Hostias y conversaciones.

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Capítulo 9:

Llegamos a mi casa. Dave detuvo su coche, entes de bajar me susurró “Tranquilízate, sincérate y no pierdas los nervios. Te quiero.” Aún las lágrimas inundaban mis ojos, suspiré, me sequé los ojos mientras llegaba a la puerta, saqué la llave, cogí fuerzas y abrí.

-          Kat, ya estoy aquí. – Grité al entrar mientras cerraba la puerta a mis espaldas.

Al acabar la frase oí los pasos de Kat corriendo desde la cocina. Metí mi móvil en el bolsillo y al levantar la cabeza, como un fantasma aparecido de la nada, vi a Kat justo delante de mí con los ojos hinchados, rojos y llorosos, probablemente habría estado llorando desde que notó mi ausencia lo que hizo que me sintiera aún peor. En ese momento me di cuenta de que no odiaba a mi madre, si no su pasado y aún quedaba algo de amor por ella dentro de mí. Me daba igual el castigo solo quería solucionar las cosas con ella y ser esa familia que nunca fuimos.

-          Kat, lo siento, debería haberte avisado. No creería que fueras a preocuparte tan…

No había acabado cuando sentí una enorme bofetada en mi cara, era la mano de Kat. Nunca me había golpeado ni mucho menos con aquella rabia con la que lo hizo, no podía creerlo pero tampoco la odiaba por haberlo hecho, lo merecía, mi actitud lo merecía. Siempre había hecho lo que me apetecía sin pensar en las consecuencias que desencadenarían mis actos, quizás por todo lo que había vivido, por el hecho de ser hija única o por todo en general Kat se había negado a pararme los pies y darme todo, quizás solo lo hizo para que no la odiara por su comportamiento de puta en el pasado. Seguía en el eterno quizás.

-          ¿Te parece normal desaparecer y apagar el móvil para no dar señales de vida? ¿Qué crees que no me importas Marilyn? Aunque no te guste y lo odies eres mi hija. – No pudo aguantar y rompió a llorar, esas palabras le dolían más que a mí.

-          Lo siento mucho, no creí que fueses a preocuparte y sí, siempre he pensado que no te importaba e incluso me he avergonzado de ser hija tuya. Te he odiado por todo lo que me hicisteis pasar tanto tú como mi padre, pero nunca os he importado una mierda. – Me quedé fijamente mirándola mientras me sinceraba con ella y asomaban lágrimas de dolor de mis ojos. – ¿Qué crees que yo lo pasé bien cuando te vi haciéndolo con el otro en la mesa de tu despacho? ¿Crees que me gustó ver como la asistenta se la comía a papá? ¿De verdad crees que lo he pasado bien todos estos años? Pues si piensas así te equivocas. – Rompí a llorar.

Kat se quedó atónita, no daba crédito a lo que estaba escuchando o por lo menos era lo que su cara reflejaba. No sabía que responderme solo miraba de un lado hacia otro buscando algo así como inspiración para darme respuestas adecuadas  y al fin las encontró.

-          Hija, no sabía que habías presenciado todo eso y lo lamento de veras, las cosas con tu padre no iban bien y cada uno buscábamos amor por distintos lugares pero siempre había creído que me odiabas porque me declarabas culpable del suicidio de tu padre. ¿Por qué no me hablaste de todo eso antes?

-          Es más fácil aferrarse al odio y vivir con esos malos pensamientos que abrir el corazón.

-          Pero ya lo has abierto y me gustaría aclarar todo para que puedas ser feliz aquí, conmigo, como una familia. – Dijo mientras daba un par de pasos hacia mí y miraba la roja señal de su mano señalada en mi pálida cara. – Siento lo de la bofetada cariño, he perdido los estribos. Miles de malos pensamientos me atormentaban al no saber nada de ti en todo el día, lo siento.

-          No te lamentes, la merecía. Me he comportado como una estúpida todo este tiempo, la que debe disculparse soy yo.

Me abrazó. Desde la muerte de mi padre no había recibido un abrazo de su parte, no lo porque no lo intentara si no porque yo los esquivaba. Once años desde aquella última muestra de cariño, once años de una relación cargada de sufrimiento y odio, once años pasados que borraríamos de nuestras mentes. Ese abrazo supo a alivio, amor, reencuentro y alegría, un abrazo necesitado, esperado, deseado, simbólico y maternal. 

No te prometo un para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora