Bᴀʙʏ, Iᴛ's Cᴏʟᴅ Oᴜᴛsɪᴅᴇ

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*NOTA:
-Tanto Alexander cómo Thomas son solteros, Thomas es viudo y Alexander simplemente no está casado.
-Hago un /wink a otra historia Jamilton llamada "Dependencia" de milurocks, cuando Hamilton menciona a su "perra" se refiere a Peggy, la mascota de Alexander en Dependencia NO MALINTERPRETEN POR FAVOR.
-Esto NO es sobre acoso sexual, investigué sobre la canción y todo. Si no, no hubiera escrito al respecto.
-Also, sé que el fonógrafo no se inventó hasta 1870, pero necesitaba algo para que quedara. Upsis
-Disculpen los errores, está historia no está editada.

Espero lo disfruten ✨

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Diciembre de 1789, épocas invernales que llenaban el aire nocturno con un helado ambiente iluminado por las estrellas. Alexander Hamilton temblaba levemente mientras caminaba con paso decidido hacía la casa de su enemigo político, Thomas Jefferson. No tenía ni la más mínima idea de lo que el virginiano planeaba esa noche. Había sido una invitación formal después del trabajo, alguna clase de discusión acerca del sur aceptando finalmente su plan sobre el banco nacional.

"¿Por qué no dentro de una discusión en el gabinete?", había preguntado el caribeño.
"Dentro del gabinete anunciaremos la decisión final", dijo uno de los dos virginianos que lo habían visitado en su oficina.

Por supuesto que todo aquello lo había extrañado, pero se trataba de su importante plan bancario. No iba a dudar de tratar algo tan importante. Incluso si eso significaba fuera de la zona habitual de trabajo. No iba a echarse para atrás, mucho menos ahora, que se encontraba frente a la puerta de la casa de Thomas.

Tocó tres veces la puerta, autoabrazandose y suspiró.

La puerta se abrió en menos de 5 minutos.

-Hamilton... Bienvenido.- pronunció el anfitrión y dueño del hogar.

-Thomas, buenas noches... ¿Podría pasar?

-Seguro, adelante.- respondió el más alto, haciéndose a un lado con una sonrisa.-Hace un frío de muerte allá afuera, ¿cierto? Anda, deja aquí tu abrigo.- señaló un pequeño perchero a un lado de la puerta.

Alexander obedeció, dentro de la casa había una agradable chimenea, la cuál adornaba con una suave luz la amplia sala del hogar. Además de aquella comodidad, un sofá se asomaba frente a la chimenea, siendo está una buena forma para recibir una parte del calor que hacía falta en su sistema. Rápidamente el caribeño caminó hacía ella y se acomodó de rodillas.

-Si, y perdona la abrupta acción, pero realmente lo necesitaba.- se disculpó el menor con algo de pena, pero una sonrisa socarrona en el rostro.

-Está bien.- accedió el virginiano, lo que dejó al caribeño un poco desconcertado.

Seguro hubiera esperado una especie de reproche, pero sin duda esa no había sido la respuesta. De hecho, el pequeño hombre no se había parado a notar el aspecto del anfitrión. Lucía tímido, nervioso, elegante y emocionado. Sus manos se movían en ademanes ansiosos y un brillo particular asomaba por sus ojos. De nuevo, el aire extraño de ansiedad le llenó, pero no dijo nada.

En lugar de eso, se puso de pie de nuevo y caminó por el alrededor, cerca del virginiano; todo para recordar que aquello seguía siendo un asunto laboral.

-De acuerdo, ¿cuándo comenzaremos esto?, ¿Dónde está el señor Madison?- el caribeño se movió un poco confundido, para después mirar al virginiano.

ᴏɴᴇ-sʜᴏᴛs ||• ʜᴀᴍɪʟᴛᴏɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora