Capítulo 3

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Bienvenido a mi hogar.

—Te ves terrible.

Miro a Sam, mi compañera de trabajo, quien ahora se encuentra del otro lado del mostrador encargándose de la caja registradora.

Hace 2 meses comencé a trabajar en un lugar de comidas rápidas. Trabajo todo los días, excepto los fines de semana.

Sam comenzó solo una semana antes que yo y hemos hablado varias veces. Es de contextura delgada, cabello rubio y unos ojos verdes envidiables. Desde nuentra primera plática me cayó bien, es simpática.

Volviendo al tema del trabajo, realmente no lo necesito. Mamá me dejó todo lo suyo y tanto dinero en el banco como para vivir de él por muchos años, pero en serio necesitaba salir de ese departamento y hacer algo por mi cuenta.

Tampoco podía pretender vivir sin hacer absolutamente nada.

—En serio, ¿te encuentras bien? Tienes una enormes ojeras.

Y vaya que no me sorprende. Anoche, luego de llegar a casa y responder el mensaje de Matthew, fui directo a la cama y lloré como una magdalena.

Odio eso.

Odio llegar cada maldita noche a mi solitario departamento y hundirme en el hueco que yo misma cree hace unos años atrás.

Realmente estoy sola.

Realmente no tengo a nadie.

Ese pensamiento viene a mí todas las noches y vuelvo a caer.

Mi mente me juega en contra todo el tiempo.

No tienes a nadie, Rachel.

A nadie le importas.

¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Es que no lo ves? Eres m-i-s-e-r-a-b-l-e.

Es como si una parte de mí, la buena, trate de alguna manera de reconstruirme cada día, mientras la otra, la mala, se encargue de derrumbarlo todo.

Siempre gana la mala.

Siempre vuelvo a caer.

¿Hasta cuándo, Rachel?

No es como me imaginaba a mis veinte años.

No estoy ni cerca de ser en quien creí que me convertiría.

Recuerdo mi niñes, cuando me colocaba los tacones de mamá y desfilaba usando mis vestidos de princesa, soñando en ser mayor. En salir a fiestas y divertirme con amigos.

No tengo nada.

No mamá.

No fiestas.

No amigos.

Cuánto desearía volver a ser una niña.

—¿Rachel?

Sacudo mi cabeza para ahuyentar esos pensamientos.

No vayas ahí, Rachel.

—Yo... no dormí muy bien anoche
—digo dándole una media sonrisa.

—Okay... —me dice no muy convencida—. La semana pasada me comentaste que buscas una compañera de piso, ¿sigues buscando?

En realidad, no busco una. Sam me dijo que se mudaría para estar más cerca de nuestro trabajo y considerando que mi departamento queda a unas pocas cuadras y que es muy espacioso, le ofrecí vivir conmigo. Ella me agradeció y me dijo que no quería ser una molestia, además de que ya había conseguido uno.

If you let me go [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora