Capítulo 3

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“Raices y estrellas”

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“Raices y estrellas”

La mañana era demasiado fresca, los rayos del sol nuevamente acompañaban a John en su recorrido de todos los días, pero ahora con buenas noticias —John ya había repartido todos sus periódicos antes del tiempo acordado—.
Doce campanadas de la Iglesia de San Pedro levantaron a todo el vecindario para empezar sus actividades como lo era de costumbre todos los días, y el sonido del tren de la cuidad le dio a John la hora exacta: 07:00 am, la hora en la que partía la primera estación del tren que recorría toda la calle de Welford con destino a Husbands Bosworth.
John estacionó su bicicleta en la acera de los Baldwin, recargada sobre la reja de madera sin verse en la necesidad de encadenarla a una de ellas. En realidad, no iba a demorarse mucho debido a que solamente debía girar unos cuantos tornillos con su desarmador de punta de cruz y apretar el alambre con fuerza y hacerle unos amarres con las pinzas de su padre; nada que él no supiera hacer. En su casa él mismo se encargaba de sus propios artilugios, arreglaba el televisor cuando la pantalla se ponía color gris, pelaba cables, los enredaba con cinta de aislar y les daba más tiempo de vida antes de juntar su propio dinero para reemplazarlos el día en que dejaran de funcionar finalmente. También arreglaba el radio, le buscaba una mejor sintonía con la antena, mejoraba el fregadero de su madre y solucionaba las goteras en la habitación de Julie.
Pero antes de empezar con su deber de solucionar el buzón que el día anterior había echado a perder por ir distraído, quiso tomarse un tiempo para echarle un ojo a todas las ventanas de la casa de los Baldwin buscando con el único propósito de esperar ver al ángel de su vida. La primera ventana que vio era la del lado izquierdo, tenía cortinas blancas y era cuadrada, pero estas estaban todavía cubriendo el ventanal totalmente, la de en medio era una ventana redonda, que no tenía ninguna cortina, y la última del lado izquierdo, ya tenía ambas alas de la ventaba abiertas y las cortinas recorridas por su respectivo lado. Aparto los ojos desilusionado, ¿cómo podría dar con la ventana de ella? Seguramente estaba del otro lado o su habitación no tenía ventanas.
Suspiro y se decidió a empezar de una vez para llegar de nuevo a desayunar con su hermana y su madre.
El primer martillazo que dio John a la biga de madera, fue el primer sonido de un golpe que sacudió a Jocelyn en medio de su cama. La joven abrió los ojos debajo de las cobijas y todavía en medio de la oscuridad se enredo con ellas y trato de ignorar el sonido de los golpes acomodándose en una posición distinta y más cómoda —algo que no consiguió—. Sentía las cuencas de sus ojos pesadas de sueño, estaba desvelada porque no había dormido sus horas completas y los sonidos seguían molestándole los oídos una y otra vez, se preguntaba quién podría ser.
Todavía descalza bajo de la cama y se apresuro a llegar a la ventana, no podría ser su padre porque él regresaba de la fabrica hasta las 08:00 am y mucho menos su hermano, él no sabía ni cómo sostener un martillo de golpe.

—Ah, quiero seguir durmiendo por lo menos otros quince minutos —pidió con ambas manos sobre su cabeza—, por favor.

Jocelyn hizo de lado la cortina blanca que cubría su ventana de los rayos del sol, y busco el origen de los golpes.
La sonrisa involuntaria que fruncieron sus labios no le sorprendió, de hecho, la sensación de ternura fue lo que provoco la misma y Jocelyn lo sabía porque dejó escapar de su boca una dulce y casi silenciosa sonrisilla. Ahí tenía de nuevo al chico distraído, cumpliendo su promesa de regresar a primera hora del día para arreglar su buzón, quiso preguntarse en voz alta si se lo había tomado en serio aquello o solamente era responsable, haciendo cara a la consecuencia de su accidente.

Don't Forget To Remember MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora