Capítulo 1

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Sam sentía como si tuviera ochenta años en lugar de doce. Su cuerpo se mostraba tan cansado como después de un largo día de maniobra de campo impuesto por su padre. Sus pies se arrastraban pesados a la cama que hacia menos de un mes había compartido con su hermano mayor cuando él había tenido una pesadilla. Pero aun así sin importar cuan agotado estuviera en esas últimas dos semanas, sus ojos se negaban a un minuto de descanso. No queriendo que la horrorosa escena se repitiera por un segundo más.

Sam estaba seguro de que, si exprimía su almohada, esta soltaría todas sus lágrimas acumulas en esas últimas semanas de dolor, soledad y culpa.

—¿No puedes dormir, Sammy? —La voz de su padre nunca había sonado tan falta de vida, ni siquiera después de las borracheras en recuerdo de su amada.

Sam se limitó a negar con la cabeza, teniendo la certeza de que si abría la boca solo saldrían gemidos de dolor.

John miró detenidamente a su hijo menor y pudo sentir como la tristeza avanzaba y lo consumía lentamente. El chico perdió a una madre que nunca podrá recordar, perdió la oportunidad de crecer en un verdadero hogar en lugar de quien sabe cuántas habitaciones de moteles de mala muerte, los únicos amigos serán sus mejores armas. Y ahora, como si su dolor no fuese suficiente, pierde a su hermano mayor.

—Sé que no quieres, pero tienes que descansar y también tienes que comer algo. Casi no has comido nada desde... —Su voz se quiebra ante el recuerdo de las últimas semanas de infierno que han tenido que pasar.

—Tu tampoco has comido mucho, papá. Solo bebes y bebes —le recriminó, no queriendo perder a su padre también. No soportaría quedarse solo.

—Esto no se trata de mí, niño —un amago de sonrisa nació en su boca ante el reclamo de su hijo de doce años.

—Pero tu…

—Pero nada, Sammy —detuvo el posible tire y afloje de la conversación— Soy un adulto y yo puedo soportar mucho más que tú. Además, es mejor tener alcohol en el estómago a no tener nada —Seguramente si Dean escuchase sus grandes consejos de alimentación le patearía el trasero.

—Entonces ¿puedo beber contigo?

—Cuando logres vencerme en lanzamiento de cuchillos —sonrió a pesar de su dolor— Hasta entonces lo único en lo que me acompañaras a beber será un vaso de leche tibia para que puedas dormir ¿vamos?

Sam siguió a su padre a la cocina y se sentó en un taburete del comedor, viendo como este se movía con confianza en la pequeña cocina. John sacó un cartón de leche de la nevera y vertió su contenido en una olla que puso al fuego. Luego rebuscó entre la alacena y encontró un paquete de galletas chocochips, vertiéndolas en un plato.

—Bueno, esto está listo —¡Que tal! Después de todo podía preparar un refrigerio decente— No quiero que dejes ni una borona —Sammy siempre había sido un niño pequeño, y ahora que apenas y comía su crecimiento se vería estancado.

—Ya veo de dónde Dean sacó lo mando —comentó sin pensarlo. Sam levantó la vista con temor de como su padre pudiera reaccionar. Sam no podía evitarlo, el necesitaba hablar de su hermano cada vez que tenía a alguien que lo escuchara, así sería como si estuviera vivo y todavía no regresara de algún mandado a la tienda.

—De tu madre —dijo John.

—¿Eh? —preguntó confundido.

—Tu hermano sacó lo mandón de tu madre. Mary era casi un sargento, tú la veías frágil y pequeña, pero terminaba siendo más ruda que cualquier cazador —sonrió con lágrimas en sus ojos.

—¿Yo tengo algo de mamá? —preguntó aprovechando que su padre había abierto la puerta al tema de su madre.

—Tu sacaste su gran corazón, Sammy —sonrió feliz al ver que su hijo se había bebido toda la leche y terminado sus galletas. Por lo menos hoy el niño no se acostaría con el estómago vacío— Bueno, hora de ir a la cama.

Yo seré tu héroe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora