Capítulo 7

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NA: Me disculpo por quizás serias faltas de ortografía en este capítulo, pero no le di las revisadas necesarias (los “perreos” intensos de mis vecinos apenas y me dejan pensar).

¡Disfrútenlo!

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En las noches insomnio es cuando casi siempre nacen excelentes ideas para iniciar o ya sea continuar un libro, para darle el arranque o punto final a algún proyecto laboral, también para empezar un logro personal, amoroso o familiar.

Esa noche mientras su familia dormía a su lado en esa pequeña habitación de motel, Sam tenía un insomnio que ni aun así contase mil ovejas se haría de una pizca de sueño. Así que, plagado de insomnio y con una mente muy hiperactiva tuvo la idea de hacer contar cada momento de lo que le quedase de vida.

Quizás el no dormir no era lo peor, no, lo peor era estar despierto para escuchar por más de dos horas los ronquidos de su padre y el traqueteo de la cama de su hermano mayor.

Sam tenía dieciocho años y se percató que había hecho tan poco con su vida que era alarmante, y más aún si estaba a cuatro años de colgar los tenis.

Sin saber porque, Sam no se había permitido salir de los límites de la vida de cazador, y en ese momento de vela sintió que necesita más en su vida. El sintió que necesita vivir antes de morir.

Dean siempre se burlaba de su manía de hacer listas para todo. Listas para el supermercado, listas para llevar mejor un caso, listas para clasificar sus pertenecías.

La lista que tenía planeado hacer no podría ser del conocimiento público, ya que, levantaría una que otra pregunta difícil de responder.

Cada una de sus listas siempre estaban nombradas, pero esta se vería tétrica y deprimente si tuviese un nombre.

Conforme el cielo oscuro se iba aclarando con los tenues colores del amanecer, Sam se dio cuenta que no quería morir sin haber realizado algunas cosas, algo así como sus sueños o propósitos por cumplir, solamente que ahora el tiempo estaba en su contra, y eso había sucedido gracias a su obsesión por encontrar una salida del infierno. Había desperdiciado tanto tiempo valioso buscando una salida a algo inevitable.

A eso de las cinco de la mañana dejó de rogarle al sueño por su llegada y se vistió y salió a conseguir el desayuno de su durmiente familia. Además, esa salida la necesitaría para despejarse la cabeza.

Era curioso cómo se apreciaban más las pequeñas cosas de la vida cuando se sabe que vas a morir. A pesar de estar muchas madrugadas en vela por la investigación y la cacería, Sam nunca se había detenido a mirar como el cielo nocturno era desplazado por las tenues luces de una débil mañana. Una pequeña sonrisa surcó su rostro al percatarse que había dejado la chaqueta en la habitación y que el viento helado de la madrugada le hacía sentir más vivo que nunca ante cada estremecimiento.

Con un delicioso desayuno de café, beicon, huevos y unos panecillos de una repostería muy pintoresca, Sam decidió volver al motel, después de todo ya había pasado una hora y no quería imaginarse que pasaría si Dean despertase y no le viese por la habitación.

Tenía razón, lo que necesitaba era despejar la mente. Al volver a la habitación encontró todo como lo había dejado. Sam colocó la bolsa de los desayunos sobre la mesa, la dejaría cerrada, así conservaría calor.

La idea era volver a la habitación y sentarse en la cama a esperar a que su familia fuese despertando para llenar el silencio de su cabeza. Se desvistió hasta quedar en ropa interior y una camisa, luego se acostó y optó por cerrar los párpados unos segundos, no es como si fuese a dormirse.

Yo seré tu héroe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora