Capítulo 0

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Disclaimer: Los personajes de Supernatural no me pertenecen sino a Eric Kripke.

¡Disfrútenlo!

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Cuando Sam tenía seis años de edad se cayó de un columpio en el parque y sus pequeñas rodillas pagaron las consecuencias. Lo primero que sintió en ese momento fue la quemadura en sus rodillas, pero segundos después sintió los fuertes brazos de su hermano mayor rodeándolo y como por arte de magia todo aquel sufrimiento se acabó.

-Shhh, ya está. Estoy aquí pequeño. No llores -Dean lo arrulló en su regazo, queriendo darle la seguridad y el amor que su madre siempre le brindó a él en momentos como esos.

-Nunca me subiré a un columpo. Nunca -contestó inflando los mofletes en un acto de seriedad.

-Columpio -corrigió sin no poder reírse por la cara de su hermanito ¿acaso estaba imitando a un sapo bebe?- Y claro que lo harás, volverás a subirte en uno. Eres un Winchester y nosotros no nos rendimos ante nada -dijo queriendo infundirle seguridad al niño.

-¿Y si me caigo? -preguntó con miedo en la mirada.

-Entonces hagamos un trato ¿sí? -Dean miró a Sammy, quien ya había dejado de llorar- Si no puedo llegar a tiempo para detener tu caída, te prometo que siempre estaré allí para levantarte -Tomó en brazos a su hermanito y se fueron a casa.

A los nueve años Sam ya era un niño muy inteligente. El más inteligente de su clase, y lamentablemente eso lo hizo blanco de los matones de su escuela.

Un día al salir de clases estaban tres chicos esperándolo en la salida. Cabe aclarar que ellos eran tres años mayores que el más joven Winchester. Cuando el chico número uno estaba por estampar su gordo puño contra la cara de Sammy, alguien se puso en el medio y detuvo el ataque.

-¡Dean! -Sam sonaba aliviado y agradecido. Además, no hicieron falta más palabras ya que con esa única significaba un mundo de cosas.

-¡Miren chicos! Apareció la niñera de la pequeña perra -habló el sujeto número dos, creyendo que por mayoría de numero intimidarían al hermano del cerebrito.

Minutos después los tres chicos aprenderían a nunca meterse con ningún niño y mucho menos si dicho niño era el hermano menor de Dean Winchester.

-¿Estás bien, Sammy? -La preocupación era palpable en su voz- Esos idiotas no llegaron a tocarte un solo cabello ¿cierto?

-Gracias De -Sam se lanzó con los brazos alrededor de su hermano, respondiendo así a cualquier duda- Te quiero -Después de todo Sammy aún era un niño y el profesar su amor a los que lo rodeaban era un acto tierno e infantil y no un insulto a la hombría.

-Eso es lo que hacemos los héroes, Sammy -sonrió al sentir como esos pequeños brazos trataban de abarcar su cuerpo- También te quiero, enano. Ahora, ¿qué tal si vamos por uno de esos deliciosos helados que tanto amas devorar?

-¡Sí! -Un grito de alegría recorrió el patio de la escuela.

Sam tenía once años y no quería ir a la escuela. Tanto John como Dean se extrañaron de esa actitud. Cualquier persona que conociera a Sammy por tan solo un día se daría cuenta que el niño era un amante de ir a la escuela y ansiaba llenar ese gran cerebro con cualquier conocimiento.

Cualquier intento de hacer hablar al niño terminaba con el menor de los Winchester encerrado en el baño del pequeño apartamento que alquilaban y muchas veces en llanto incontrolable, acciones que eran suficientes para alarmar a ambos miembros de la pequeña familia y también para saber cuándo darle un descanso del pequeño interrogatorio.

Pasó una semana y Sam se negaba a ir a la escuela, y cuando querían obligarlo ya sea a hablar o a ir a clases, el niño se negaba a hablar, comer y de la cama no salía a no ser para ir al baño o tomar una larga ducha.

Las pesadillas eran otro asunto serio. Más de una noche John había salido corriendo de su cama con arma en mano, dispuesto a volarle la cabeza a lo que sea que estuviese atacando a su bebe, pero al dar un paso dentro de la habitación y ver la escena frente a él, sabía que era otra noche de pesadillas para su hijo menor; y que su hijo mayor tenía la situación controlada.

Una noche Sammy se metió en la cama de su hermano mayor y entre lágrimas le contó porqué razón no quería asistir nunca más a esa escuela. No era por algún matón o por falta de interés académico. Lamentablemente era porque su profesor de historia más de una vez lo había tocado de forma inapropiada y cuando quiso llegar más lejos en sus actos, Sam le clavó un lápiz en la pierna y corrió hasta llegar a su casa.

-¿Por qué no nos dijiste algo, Sammy? -preguntó Dean, sintiendo una tremenda ira al saber lo cerca que había estado su inocente hermanito de...

-Tenía miedo -sollozó, sintiendo como los brazos de su hermano lo rodeaban en un abrigo de seguridad y amor- Él dijo que, si le decía a alguien, los mataría a ustedes y entonces no tendría a nadie y seria sólo suyo. Lo siento -lloró nuevamente. Ahora que la verdad había salido a la luz, Sam se sentía aliviado y seguro, pero sobre todo se sentía expuesto a cualquier reproche, critica y posible desprecio de su familia.

-No es tu culpa, Sammy. Eres solo un niño. No tienes culpa de nada -comentó lo suficiente fuerte para ser escuchado por su hermanito y por su padre, quien miraba la escena desde la puerta con lágrimas en su rostro.

-No quiero ir más allí -hipó.

-No lo harás, hijo -Sam saltó al escuchar la voz de su padre, pero se relajó automáticamente en los brazos de este- Mañana nos iremos de aquí ¿cómo suena eso chicos?

-¡Fabuloso! -exclamó Dean, queriendo mostrarse lo más positivo con su hermanito. ¿Cómo es que algo tan horrendo le tenía que suceder precisamente a su hermanito? Dios, el niño bien podría ser un ángel perdido en la tierra.

-¿Y la caza? -preguntó no queriendo ser la razón por la cual alguien saliera lastimado, o muerto.

-Que se joda. Tú eres mucho más importante que una estúpida caza -Rápidamente los rostros de Joshua y Caleb parpadearon en su memoria- Además, el dúo de idiotas puede encargarse de esta cacería -dijo, sabiendo lo que Sammy pensaba.

-Gracias papá -sonrió al saber que se marcharían de ese infierno de pueblo, y también al saber que su familia no lo veía como un estorbo. Seguía siendo amado.

-Muy bien chicos a dormir -John besó a cada uno de sus hijos en la frente, deseándoles una buena noche.

-Gracias Dean -Sam se acurrucó en los brazos de su hermano- Te quiero-Dean sentía que su corazón se calentaba al escuchar esa pequeña frase.

Dean sabía que en parte él tenía culpa por el abuso de su hermanito. Su trabajo era protegerlo del mal que abunda en el mundo, pero ¿dónde estaba cuando Sammy más lo necesitaba?

-También te quiero, hermanito -besó con ternura la cabeza de su hermano dormido.

Esa noche Dean no durmió. Él tenía que proteger a su hermanito de cualquier pesadilla que seguramente atormentaría su descanso.

Esa noche, John no durmió. Él tenía que cazar al monstruo que se atrevió a pensar que podía poner sus asquerosas manos sobre su bebe.

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Sam tenía doce años de edad. Y sentía que caía por un abismo, pero esta vez no estaba su hermano mayor para detener su caída.

Yo seré tu héroe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora