Sam tenía veintiún años y estaba a dos días de irse al infierno. Ciertamente de todos los libros que había leído acerca de pactos demoníacos ninguno le hacía justicia a las alucinaciones que estaba sufriendo.
Sam recuerda haber leído que las alucinaciones tanto visuales como auditivas comenzaban veinticuatro horas antes de que se cumpliera el acuerdo, pues tal parece que se equivocaron al escribir esa información o que él era la excepción, ya que, su tormento había comenzado hace cuatro días y más los que le faltaban para morir casi se completaba la semana.
Actuar normal en presencia de su hermano había sido un completo reto, más aún cuando de la nada se encontraba escuchando gritos y risas en medio de un desayuno apacible, o viendo horrores en la cara de cada persona, incluyendo la de su hermano.
Sam estaba tumbado en la cama, sabiendo que ya eran pasadas de las ocho de la mañana, y lo sabía porque Dean había anunciado que iba a comprar el desayuno porque según el moría literalmente de hambre.
Se estaba haciendo tarde, pero se sentía tan bien estar holgazaneando a esas horas. Además, tenía que disfrutar del momento mientras aun podía, ya que, dudaba que pudiese tener descanso alguno en la suite preferencial del infierno que seguramente le esperaba.
Y justo cuando Sam estaba por dejarse llevar por la vagancia y caer dormido a las nueve con quince, su teléfono comenzó a sonar. Maldiciendo a su hermano tomó el teléfono de la mesita de noche y le dio contestar sin dignarse a abrir los ojos.
—¿Por qué tienes que ser tan malditamente molesto? —gruñó ante la ruptura de su sueño.
—¿Acaso esa es forma de responderle a tu padre?
Y como si de un golpe en el estómago se tratase, Sam se sentó en la cama, cualquier indicio de sueño o pereza fueron despachados en un segundo.
—Lo lamento, papá. En mi defensa pensé que era Dean —Sam sintió como el calor invadía su cara al darse cuenta que se había escudado como un niño que es encontrado con las manos entre el tarro de galletas.
—Sí, lo supuse —John bufó con diversión—. Déjame adivinar, ¿tu hermano anda buscando el desayuno?
—Porque según él se estaba muriendo de hambre —Sam bufó con diversión adormilada, cosa que no pasó desapercibido por el buen oído de su padre.
—¿Acaso estabas durmiendo, muchacho?
Sam gimió para sus adentros, había cierta reprimenda en la voz de su padre, casi una escandalizada nota al enterarse que uno de sus hijos estuviese durmiendo a las ya veteranas nueve de la mañana.
—No, señor. Creo que un resfriado se me quiere pegar —mintió patéticamente, carraspeando levemente para dar fe de su mentira.
—Es una lástima, muchacho. Tengo un caso entre manos y no me caería mal un par de manos extras, pensé que ustedes podrían venir. Será para la próxima —John exhaló con cierta nostalgia en su voz, pero rápidamente se recuperó—. Espero que mejores pronto.
Sam pudo notar como la tristeza manchaba la voz de su padre. Sabe que quizás debería de sentirse culpable por estarle causando preocupaciones innecesarias, pero en cambio se siente alegre y agradecido por la añoranza a los tiempos de equipo que estaba teniendo su padre.
Esa cacería era la oportunidad que Sam estaba buscando desesperadamente para realizar parte de su final de su vida y eso era morir lejos de sus seres amados. Nada lo lastimaría más que tener que ver el rostro de su padre o el de Dean mientras su carne era desgarrada sin piedad alguna por los sabuesos del infierno.
—No te preocupes, papá. Que yo esté enfermo no quiere decir que Dean no pueda echarte una mano —Sam gimió internamente al imaginarse el alboroto maternal que armará su hermano.
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Yo seré tu héroe
Fiksi PenggemarPara un joven Sam Winchester su hermano mayor es su mundo, su superheroe. Nunca podría imaginarse una vida sin él, pero el destino es embustero y muchas veces se tuerce en nuestra contra. ¿Qué estarías dispuesto a dar con tal de no perder a esa pers...