capitulo 4

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Se deleitaba con tan sólo observar la sorpresa impregnada en su rostro, se deleitaba el ver como su mano temblaba de ira, como destrozada la nota en su mano y la lanzaba a lo más recóndito de su despacho.

No necesito tu ayuda, Akabane.

Ni la tuya ni la de nadie.

ATT: Snake Blue.

Ver como su querida amiga se mantenia con la cabeza gacha, tratando de esconder una vergüenza y confucion digna de una actriz de primera.

Le divertía, el juego cada vez era aún más divertido.

La pobre secretaria lloraba, lágrimas cristalinas que hacían ver sus ojos un mar bañado en la esmeralda más corrompida, hermosa y peligrosa que jamás allá visto, el ver como el poderoso color cobre de los ojos del pelirrojo brillaban en rabia e ira lo hacia sentir como si el destino de él y el de todas las personas que conocía estuviera en la palma de su mano.

Y de cierta manera era así. Cada decicion que tome influirá en la reacción que las personas a su alrededor vayan a tomar, porque una simple decicion, un simple error, era capaz de destruir o cambiar la vida de muchas personas.

-"_Nagisa..._."- la voz de su maestro lo sacó de sus pensamientos, lo miro por un momento y sonrió con nostalgia al recordar los viejos tiempos, aquellos en los que se conocieron.

-"_las clases comenzarán en una hora, y las clases no pueden comenzar sin un profesor_."- el azabache de ojos negros como lo era la noche, que a la luz del sol o de la luna mostraban esas estrellas que pocos son capaces de apreciar, pero sobre todo admirar.

-"_tiene razón 'maestro', es hora de enseñar_."- y con una sonrisa en su rostro, que demostraba lo inocente que seguía siendo su corazón, que demostraba que no importaba cuanta sangre derramó, el seguía siendo un ser humano que era capaz de convertirse en un mounstro, para así, proteger a los que tanto amaba.

Junto a su maestro se marcharon de aquella terraza que daba una muy buena vista hacia la oficina de karma.

Se marcharon porque sabían que llegarían tarde a clases, se fueron por que aún había esperanza de terminar esa tonta guerra.

Mientras aún puedan sonreír, aún hay esperanza.

Aún la hay.

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-"_Nagisa-sensei... no logro comprender este ejercicio_."- hablaba una pequeña rubia de apenas unos catorce años de edad, mientras le mostraba a su profesor el ejercicio de matemáticas que no lograba comprender.

-"_te lo explicaré una vez más, y luego intentaras resolverlo, ¿de acuerdo?_."- la chica asintio, se sentía afortunada de tener un profesor tan amable y comprensivo, el siempre velaba por la seguridad de sus alumnos y nunca los ha defraudado.

El joven profesor de sedoso cabello celeste y preciosos ojos celeste, acompañado de su pequeña sonrisa a la hora de explicarle a su preciada alumna la materia, sólo causaba que la muchacha le tuviese más respeto y aún más admiración.

-"_Nagisa-sensei... ¿porque aún no se ha casado?_."- pregunto la pequeña rubia mientras reía al ver a su profesor todo rojo.

-"_se-señorita Amelia, ¿pero que cosas dice?_."- decía mientras su sonrojo aumentaba, causando que su alumna soltara una carcajada por el dramatismo de su profesor.

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