Café amargo.

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Los pies pesan, los ojos arden y la garganta se siente áspera.
La luz se apaga, el cigarrillo se consume y la ventana se cierra.
La noche envuelve, las estrellas apuntan sus flechas brillantes hacia tu corazón.
Aire escaso, un ambiente muy pequeño, y el alma apretujada.
¿Alguien dijo que la tristeza era sencilla?
Las palabras se atoran, la voz se rompe, y los recuerdos duelen.
Inca, asfixia, ahorca.
Extiende tu mano, grita, llora, manifiesta ese dolor. No calles. No guardes.
El dolor no se va, no desaparece.
Se acumula, se comprime, y pesa más.
Se convierte en insomnios, en dolores de cabeza, en presiones en el pecho...
En cafés amargos a medio tomar.

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