IV

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"El día a día de los niños…"

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"El día a día de los niños…"

Harry acababa de quedarse solo en el cuarto, con una oportunidad para sentarse en el borde de la cama y ver qué tenía que hacer a continuación, ahora que Malfoy se dividía entre ir y volver del baño, arreglándose en una túnica oscura y recogiéndose el cabello que le llegaba por debajo de los hombros, y pasar por los cuartos de los niños para comprobar cómo iban. James decía ser lo bastante grande para vestirse solo; siguiendo su ejemplo, Cissy juraba que ellas dos podían ayudarse entre sí y hacerlo más rápido. Esto daba como resultados algunos quejidos que se oían por el pasillo, a que Malfoy caminase por ahí con colas de colores en las muñecas, para hacerle los peinados a sus hijas, y que James se hubiese parado en la puerta, con cara de remordimiento, a pedirle que le atase los zapatos, porque no le salía el 'conejito'.

Había buscado entre las instrucciones nada más se dio cuenta de que tenía que llevar un par de horas ahí, cuando empezó a preocuparse por lo que podía pasarles a los chicos en el Ministerio, sólo para descubrir que su miedo no tenía fundamento alguno.

El Harry adulto se aseguró de dejar una nota al respecto, en la sección de preguntas.

"Sin importar cuánto tiempo sientas que pasó aquí, vas a regresar a la sala del Departamento de Misterios, en el momento exacto en que te fuiste. No tendrás ningún cambio, ni nada de eso."

Bueno, era un alivio saber que mientras él estaba casado con Malfoy, nadie torturaba a Hermione por ser la única hija de muggles del grupo.

—Harry —Alzó la mirada, justo a tiempo para ver a Malfoy de pie, frente al espejo que estaba en el lado interno de las puertas del armario, acomodándose el cuello de la túnica. Este, a su vez, lo observaba a través del reflejo—, ¿qué es eso? Deberías estar vistiéndote, vas a llevar a los niños, ¿recuerdas?

Harry parpadeó. Mierda. Por muy retorcido que fuese todo allí, no se sentía capaz de dejar a los niños a la deriva si los ponía a su cuidado, aunque no tuviese idea de cómo tratar con esos tres, más allá de lo que ya hizo.

—¿A…a dónde los voy a llevar? —Preguntó, por si acaso, mientras que se ponía de pie, despacio. Malfoy frunció los labios.

—¿Estás bien?

—¿Por qué preguntas? —La respuesta fue demasiado rápida, brusca. Sintió ganas de golpearse la cabeza a sí mismo.

Lo observó negar.

—Olvídalo —Se giró al estar listo, señalándolo y luego el armario, y después el baño, en un claro patrón que sólo pudo interpretar como buscar ropa-ducha-vestirse—. Voy a estar con Cissy y Lily mientras terminas aquí.

Harry hizo ademán de apartarse cuando lo vio avanzar en su dirección, mas no lo consiguió; sus pies parecían clavados en ese punto, los músculos no respondieron. El Harry adulto, claro, no presentaría ninguna queja ante la cercanía. Malfoy le plantó un beso suave en los labios y salió sin miramientos, ajeno a que dejaba a alguien completamente desorientado en ese cuarto durante varios segundos.

Las puertas que no deben abrirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora