VII

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"Si Draco se entera

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"Si Draco se entera..."

Era de noche ya. Hermione se marchó cuando les dijo que iban por Rose y Hugo para cenar, porque estaban en casa de su abuela, y Ron tiró de las mejillas de James, hasta que su esposa lo regañó para hacer que la siguiese.

Malfoy le había dicho que él se encargaba de la cena, si distraía a los niños. Lily los instó a jugar charadas mágicas, y aunque él no entendió gran cosa, quedó en primer lugar junto a Cissy, y terminó chocando los cinco con su hija mayor. Por el umbral que daba a la cocina, podía divisar cacerolas que levitaban, cucharones que se movían solos; por supuesto que usarían magia en las tareas, se recordó, eran adultos ahí.

La imagen se le hizo tan similar a la que daba la señora Weasley, que tuvo que contener la risa al ser consciente de que acababa de ver a Draco Malfoy, acaudalado sangrepura, echándose el cabello hacia atrás para inclinarse sobre una estufa y comprobar su estado, dándole golpes sin fuerza con la punta de la varita, para llevarlo a la temperatura adecuada.

Cenaron en el sofá, en un enredo de extremidades, cubiertos y porciones, con Lily en su regazo, Cissy en medio de ambos, y James en una silla que arrastró frente a ellos, peleándose por un emparedado de calabaza con su hermana, hasta que Draco rodó los ojos y lo picó en dos, dándole una a cada uno.

—¿Qué les he dicho sobre pelear en la hora de comida? Es válido incluso si no estamos en la mesa —Aclaró, con una mirada dirigida a Cissy, que la hizo sonreír de lado, y dejaba en claro que era el punto que ella estaba por rebatir cuando lo mencionó.

Cuando terminaron, un par de besos y un tono demasiado suave para que fuese justo usarlo en una petición, hicieron a Harry derretirse contra su voluntad y aceptar recoger y limpiar por Malfoy, que sonrió altivo y se llevó a los niños arriba, indicándoles quién se bañaba primero, quién se cepillaba los dientes, y dónde estaban las pijamas.

Quizás porque no tenían prisa alguna, no se formaba el mismo desastre que durante la mañana. Harry iba de un lado a otro, arrastrado por los impulsos de su versión adulta y la rutina a la que tendría que estar acostumbrado.

Que Lily no tenía su gorrito rosa para mantener el cabello seco en la ducha, pero no quería utilizar el violeta de Cissy ni el verde de James, sino el azul de Draco. Que Cissy no sabía deshacer su trenza sola. Que James no encontraba la parte de arriba del pijama, cuando se suponía que estaba doblado pulcramente en la peinadora. Que Lily -de nuevo-, le pedía que revisase si había un ghoul en el armario, porque por culpa de Ron y una historia que le contó, ahora tenía miedo de que hubiese uno y tuviese mucho calor o estuviese encerrado y necesitase ayuda.

—Voy a tener una seria conversación con Weasley —Escuchó mascullar a Malfoy, cuando estaba metido dentro del armario, y Harry se encargaba de dar vueltas alrededor y tocar el mueble con la varita, fingiendo un conjuro, bajo la atenta mirada de su hija menor—, es la quinta vez que le mete esas ideas en la cabeza. La otra semana seguro me preguntará si el monstruo del Lago Ness se atoró en el inodoro.

Las puertas que no deben abrirseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora