Gritos

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La escucho a menudo, no recuerdo desde cuándo pero cada vez se vuelve más frecuente.

Sufro de insomnio desde muy joven y mis peores noches eran las que disolvían el silencio de los grillos con los desgarradores aullidos de una aguda garganta, escondido bajo las sábanas y con los oídos tapados pasaba la noche en vela.

Lo más extraño de todo era que al parecer yo era el único que podía escuchar los insoportables gritos. Una vez desperté a mis padres muy asustado y aunque yo siguiera escuchándolos ellos parecían solamente preocupados por mi salud mental, así que nunca más me animé a hablarles del tema.

El problema se hacía cada vez más grave, afectando mi vida social y bajando mis notas en la universidad, ahora ya no me causaba temor alguno sino más bien furia y estrés. Estaba convencido de que todo se había calmado, ya que los gritos desaparecieron durante un año aproximadamente, sin embargo surgieron una noche tormentosa despertándome de repente, eran tan fuertes que se podían oír a través de los truenos y las ventanas temblaban al punto de romperse.

Una furia incontrolable me arroyó, no podía soportarlo más, destrozaban lentamente mi cabeza, así que decidí ir tras el espantoso ruido.

Me asomé a la ventana, que goteaba por la lluvia, y al instante un rayo iluminó lo que parecía la sombra de un ser humano sentado en mi tejado, debo admitir que retrocedí por el escalofrío que me ocasionó al verlo. Corrí hasta la cocina y tomé un enorme cuchillo.

"Ya no esta mamá y papá", pensé.

Estiré la escalera hasta el techo y subí con cierto temor en mis venas. Ni siquiera pasó un segundo cuando me vi empapado hasta los tobillos, pero el frío no era nada comparado con el terror que sentí al ver que en el filo del techo se encontraba una anciana sentada con los brazos sosteniendo sus rodillas, para ese entonces los gritos habían cesado, sin embargo me sentía mas afligido que nunca.

La senil mujer de pelos canos se balanceaba violentamente casi lista para caer, mas cuando le advertí que tuviera cuidado, sus movimientos se detuvieron. Entre la lluvia pude observar sus oscuros ojos que giraban la mirada hacia donde yo me encontraba y antes de que pudiese decir algo ella empezó a gritar mientras que con su dedo me señalaba.

Esto fue suficiente para que intentara irme de allí, lo intenté, pero no pude. Estaba paralizado en medio de la lluvia, porque antes de hacerlo una mano se posó en mi hombro y me lanzó por las escaleras postrándome por siempre en una cama.

Sinceramente extraño los gritos de la anciana porque eran menos dolorosos que los que ahora rasgan en mi mente y nunca se van. Estoy paralizado en este cuarto al cuidado de mi familia y me siento impotente al ver a mis seres queridos pasar en frente del monstruo que grita en la esquina de la habitación y no poder advertirles sobre él. Cuando me visten, él se esconde en el armario; cuando se van, él cierra la puerta detrás de ellos; cuando me hablan, él se ríe de sus palabras.

Durante una de las charlas que mi hermana solía hacer para que yo no me sintiera solo, me comentó que en las noches posteriores había escuchado gritos provenientes de esta habitación, pero que cuando entraba, solo me encontraba a mí dormido cómodamente.

Una día oscuro y pesado, sentí mi garganta algo más fresca de lo común, de repente mi lengua empezó a moverse al unísono de mis cuerdas vocales. No podía creerlo, empezaba a hablar, todavía no pronunciar palabras pero mi lengua modulaba algunas vocales. En ese momento los gritos se apagaron, observé a la criatura que sonreía tétricamente mientras salía del cuarto.

Sabía perfectamente lo que quería hacer: iba a por mi familia, iba a dañar a mi familia. Intenté advertirlos gritando como pude, no obtuve respuesta durante algunos minutos, sin embargo después de un tiempo entró mi hermana muy asustada y me miró con gran espanto. Súbitamente, la sombra de una figura se dibujó a sus espaldas y reaccionando lo mas rápido posible grité con todas mis fuerzas y mi brazo se levantó al instante, tembloroso, débil, le señalé el monstruo que tenía por detrás, pero este ya había puesto la mano sobre su hombro y con una sonrisa en sus labios destrozó la clavícula de mi hermana quien se desangró casi al instante.

Al principio no entendí el por qué no me asesinó a mí aquella noche, pero ahora entiendo. Desde que pude levantarme de la cama y escapar por la ventana, es mi deber gritar por ellos porque las personas solo pueden escuchar a seres reales de carne y hueso, y en los tejados de las personas me escondo para traerlos hasta mí y que puedan ser comidos por las sombras de la noche, y será así hasta que envejezca y puedan conseguir a otra persona que me reemplace.

Entonces solo ten cuidado, puede que esta noche grite en tu techo.

Historia de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora