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( señora... )

La casa siempre fue grande, siempre fue un intento de ostento, de demostrar un poder que jamás se tuvo. Al entrar, uno se encontraba con demasiadas decoraciones, cada una más extravagante que la otra, el suelo mareaba por la cantidad de alfombras, los cuadros se amontonaban en las paredes tapizadas de más obras de arte confusas, modernas y religiosas. El mayordomo recibía con la misma cara de asco de siempre, las puertas se cerraban con estrépito, de fondo siempre se escuchaba la novena sinfonía de Beethoven (en el segundo movimiento, cargado de ansiedad y tensión).

A JiMin le ponía de los nervios escuchar los violentos y fieros violines dar sus notas rimbombantes, en ecos interminables que reverberaban por el salón principal de la mansión. Le daba asco pensar que había vivido en ése lugar por un largo tiempo, que tal vez los fantasmas del pasado saltarían a por él y lo dejarían inmóvil mientras su madre le daba un sermón sobre la disciplina y la obediencia.

Pero era una persona fuerte, cambiada por las adversidades de su propia vida. Podía mantenerse de pie ante cualquier imbecilidad que le dijera su madre, tenía la paciencia necesaria para afrontar sus palabras hirientes. Dolía, pero era capaz.

Así que al encontrarse a su madre sentada en el sillón del salón de charlas, bueno, no se sorprendió en absoluto de sus palabras tan poco especiales y carentes de significado para el joven.

Mientras su progenitora se empeñaba en hacerle saber la importancia de su acatamiento de órdenes, JiMin pensaba en lo mucho que se había empeñado en quererla en su tiempo. En lo mucho que quería amarla, apreciar sus actitudes y aceptarla con sus defectos y todo. Al fin y al cabo, la mujer no había tenido una vida fácil, valiéndose por cuenta propia y haciendo lo que quería, yendo huérfana por la vida y no aprendiendo de sus propios errores hasta ya entrada la adultez. Ella quería para su hijo lo que ella no pudo obtener.

Pero éso no quitaba el hecho de que la mujer era controladora, desagradable y poco empática. Cosas que JiMin consideraba necesarias para que una persona fuera... persona. Humana.

— Aún así, no puedo evitar quererte, hijo mío...

La voz de la mujer era anciana, gastada por el cigarrillo a escondidas y los incontables gritos que había dado a modo de órdenes. Le daba escalofríos a JiMin la diferencia entre su apariencia tan pulcra y el ser que se escondía tras ése maquillaje jovial y los vestidos de marca, simples y elegantes. Había aprendido de ésa forma que las apariencias engañaban.

— Perdón por no poder recibirte antes... Sabes que mi inestabilidad es impresionante, no quería recibirte con una mala cara.

— Me llamaste hace menos de veinticuatro horas llamándome de todo menos 'hijo amado', como dices que quieres llamarme siempre.

— Bueno... — la mujer enrojeció en el cuello, tal vez bajo la base de su rostro también estuviera hirviendo su sangre avergonzada.— Fue uno de mis momentos de inestabilidad. No quiero que te dejes guiar por ésos momentos, mi niño... A lo que voy es, ah. Deseo que te quedes para conversar, aclarar las cosas. Necesitamos ponernos al día con tus quehaceres, te he dejado mucho tiempo a merced del mundo y no sé cómo lograr que me disculpes por ello– Mi amor, es momento de que conozcas a tu padre.

JiMin frunció el ceño.

— No necesito conocer a mi progenitor. Estoy bien así. — su voz destellaba incredulidad, su expresión parecía cobrar una violenta vida que temblaba poco a poco.

— Oh, no me mientas, muchacho; es menester que tengas en cuenta su existencia. Al fin y al cabo, las cosas deben hablarse, creo que nunca lo aprendes. Pero lograré que lo hagas, bebé. Tienes un futuro por delante que estás desperdiciando, y el primer paso al mismo es el conocer al hombre que te dió la vida. — su voz rasposa conseguía los matices necesarios para sonar convincente, única, alegre. Incluso esperanzadora. Era como escuchar el discurso de un tirano, de un dictador dando sus palabras más hábiles y manipuladoras frente a su pueblo. Sólo que la mujer no estaba al mando de un gobierno totalitario.

JiMin bufó y se sentó en el sillón que estaba al lado del que la mujer ocupaba. Su mente sólo lograba pensar en lo mucho que le desagradaba la mujer, pero tenía claro que debía ir más allá de éso. Al fin y al cabo, la susodicha estaba pidiendo algo razonable, algo de gente educada.

Fue un grave error aceptar, pero qué hacerle. No iba a conocerle hasta el día siguiente, lo tenía claro, pero la impresión fue la misma. ¿Y qué iba a saber quién era su progenitor? Sólo quería irse luego de ahí, regresar a su pareja, amigos, su familia de verdad. La gente que realmente apreciaba su esfuerzo.

Cuando se levantó del sillón verde oliva, tuvo que contener la respiración para no gritar de rabia, impotencia, recordando los peores días de su adolescencia;

— Ve, anda a dormir a tu cama. Pero mañana hablaremos de nuevo de tu carrera. Necesito darte consejos, pequeño perdido.

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JEON97 𐙚 来る . GGUKMIN AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora