🌙🌗 Día 04: Beast

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La campanilla del lugar hizo un tintineo avisando sobre la llegada de un nuevo cliente a la cafetería. El dueño, reconociendo al muchacho, lo saludó amistoso obteniendo como respuesta un asentimiento. Ocupó el lugar de siempre y con ojos desinteresados miró a la derecha donde había un té a medio beber y un hombre de saco beige y camisa con rostro impasible a dos asientos de distancia.

—Buenas tardes, Akutagawa.

Él le miró sin abandonar la seriedad de su rostro, dio un trago más a su bebida antes de corresponder el saludo.

—Buenas tardes, Atsushi.

—Es injusto que siempre llegues antes, trabajas más cerca —se quejó.

—Se llama puntualidad.

Dejó pasar la pizca de sátira en su voz. Ordenó una taza de café amargo mientras quitaba su abrigo y lo depositaba doblado en el sitio contiguo.

—¿No sientes calor, Akutagawa? —preguntó con la intención de iniciar un diálogo.

—No, me siento cómodo así.

Silencio.

Él no pensaba de sí mismo como alguien conversador, pero su acompañante tampoco se presentó como alguien callado por lo que esos espacios sin más que el ruido del líquido siendo vertido en la porcelana los sumerge en un ambiente tenso.

—¿Cómo estás? —formuló Akutagawa.

Atsushi tarda en reaccionar por la inesperada pregunta, mas al recomponerse contesta de inmediato.

—Bien, creo. Bueno, no, no del todo, han pasado muchas cosas —inconsciente llevó una mano a su nuca donde reposaban marcas de púas que ahora son cubiertas por el cuello de su suéter, Akutagawa percibió ello.

—Entiendo —dio un sorbo a su vaso— ¿pensaste en la propuesta?

—Claro, pero no estoy seguro... —el dueño lo interrumpió depositando frente a él su pedido, hizo una sonrisa de agradecimiento.

—¿Por qué?

—No creo estar hecho para esa vida.

Akutagawa suspiró, ahí iba otro monólogo que no deseaba escuchar sobre la poca valoración que Atsushi tenía sobre sí mismo. Estar tanto tiempo en la mafia, sufriendo de constantes maltratos lo hicieron alguien emocionalmente débil.

—El señor Oda también pertenecía a la mafia, sin embargo, logró alcanzar su felicidad.

—Creo que estoy inclinado a decaer como Dazai-san.

Otra vez, silencio.

Era diferente, un tanto agrio, la mención de esa tema resultaba casi un tabú entre ellos. Atsushi no supo porque de sus labios emergió aquella frase, solo atinó a callarse y esconder su rostro con el brazo.

Akutagawa dirigió su vista hacia él por diez segundos, regresó hacia su vaso e inhaló el aroma. Su té verde lograba calmarlo.

—¿No te gusta el azúcar? —cambió de tema, Atsushi se lo agradeció— siempre pides el mismo café.

—No lo disfruto tanto —respondió balanceando el contenido de su taza— aunque puedo decir lo mismo de ti, estamos en una cafetería y tú ordenas té.

—Me gusta el té —replicó al instante. Los labios de su acompañante se curvaron un poco.

—Puedo notarlo —pensó un poco antes de continuar— creo que te describe de cierta manera.

—¿Cómo?

—Es... tranquilizante, sereno, puedes disfrutarlo caliente o frío sin perderle el gusto. Ayuda a sanar ciertas cicatrices internas producto del cansancio o estrés, no en un sentido literal claro.

—¿Es una apreciación personal? —interrogó con cierto interés, Atsushi se encogió de hombros.

—Puedes tomarlo como gustes.

—Tú también compartes similitud —inició, captando su atención— si no pones cuidado a la temperatura, puedes quemarte. No eres del gusto de todos, pero para quienes sí, es un verdadero deleite.

Tomó su vaso entre las manos, ignoró la mirada incrédula de Atsushi y lo evitó concentrándose en el vapor humeante. Este, dándose cuenta de su timidez, empezó a reír.

—Gracias, Akutagawa. A mí también me gusta pasar tiempo contigo.

—Claro.

Atsushi acortó la distancia entre ellos avanzando un espacio, Akutagawa fingió no notarlo y, aún así, inclinó un poco su cuerpo de lado para estar más cerca.

Tal vez, algún día, esa única silla entre ellos desaparecía y podrían compartir un sorbo de sus bebidas.

Tal vez, algún día, esa única silla entre ellos desaparecía y podrían compartir un sorbo de sus bebidas

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