🌙🌗 Día 05: Flores

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Él lo sabía, que nunca podría amarlo.

Solo anhelaba el reconocimiento de Dazai; para él, ninguna mirada aparte del desdén y el odio eran dirigidas.

Volvió a toser.

Sintió indiferencia ante los rastros de sangre en los pétalos de las coloridas y llamativas flores cuyas raíces adornaban sus pulmones: jacintos, narcisos y la más tóxica, un botón de oro. Expresaban con certeza el profundo amor que profesaba por aquel perro sin corazón, y ya no podía hacer nada, desde el principio cuando sintió ese molesto picor en su garganta estuvo condenado.

Akutagawa no lo ama.

Planteó sus opciones: operarse y renunciar a sus sentimientos de por vida o confesarse a la espera de un rotundo fracaso.

Ninguna se le apetecía.

Aún así, como Romeo, decide inclinarse por la muerte antes que una vida sin su amado, porque así es el amor; tan oscuro, tan poderoso, tan manipulador que osa elegir el sufrimiento y la agonía prematura a negar que alguna vez amó a ese caminante silencioso.

Mientras seguía vomitando y escupiendo trozos de pétalos en lo que luchaba por no ahogarse con su propia saliva, una gabardina negra se cruzó en su visión.

Su enemigo lo observó con asco.

Es cierto, Akutagawa no lo ama.

¿Y cómo iba a hacerlo? Si las sustancias putrefactas de esas plantas hicieron estragos en su interior, tiene llagas dentro de la boca y ampollas alrededor de los labios; sus ojos presumen grandes círculos violáceos alrededor por las noches en vela rogando un minuto más de aire.

Iba a desfallecer ahí mismo.

No se permite avergonzarse por su patético estado, a lo largo de su existencia ha cargado con inconmensurables yugos y no entraba en sus planes llevarse esas palabras al otro lado. Hace uso de su fuerza de voluntad, se apoya en sus rodillas lo suficiente como para mirar su rostro.

—Te amo.

Murmuró con una de sus mejores sonrisas y la expresión de enamorado más estúpido que consiguió. Sus párpados caen perezosos porque la raíces comienzan a colarse por su garganta cortando el ingreso de oxígeno.

El ruido se corta.

Entonces, Atsushi despierta, sudando.

Mira a su alrededor y se halla en su departamento, vivo.

Y recuerda.

Cuando cae al asfalto, casi sin poder respirar, su enemigo coloca un pie sobre su pecho, tal vez con el deseo aún absurdo de ser él quien de final a su vivir. Se agacha hasta su altura, ejerciendo presión, y mira el rostro que da inicios de una coloración azul.

Y habla.

—También te amo.

Y se acerca.

Besa con devoción sus labios magullados y acaricia sus mejillas para brindar calor.

Y lo salva, como siempre lo ha hecho desde la primera vez que pelearon codo a codo.

Las flores desaparecieron de sus pulmones y acceden a que aspire una última vez antes de perder la consciencia.

El recuerdo cálido de sus labios sobre los suyos en un suave movimiento permanece grabado como fuego en su corazón.

Está vivo y enamorado.

Lo mejor, es correspondido.

Las flores ya no silenciarán su amor por él.

Las flores ya no silenciarán su amor por él

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