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Los rayos del sol entran por el gran ventanal del apartamento, dando directo a los párpados de Luke Winchester; quién intenta tomar una almohada para suprimir la luz, pero aquello va a segundo plano, cuando nota el cuerpo aferrado a su torso. Así que abre los ojos poco a poco, tratando de acostumbrarse a la intensa luz que ahora atraviesa sus iris. Baja su mirada y logra divisar el rostro de Thay Dunbar, su cabello más alborotado que de costumbre, con unos mechones cayendo por su mejilla. Nota que su pecho tiene algunas marcas de labial, son besos y está de más preguntar quién fue, qué noche.
Suelta un largo bostezo e intenta levantarse, esperando que la castaña lo dejé libre; esta se aferra y abraza con más fuerza su cintura, a veces es un poco difícil alejarla. Cuando por fin lo logra, va directo al baño, y abre la llave del lavamanos, llena sus manos y acerca su rostro, siente el agua refrescarlo y despabilarlo por completo. Se mira al espejo y nota las grandes ojeras, además del corte en su labio y las pelusas en su cabello. Su camisa blanca ahora está manchada de alguna porquería rosa y dos de sus botones ya no existen.
¿Qué coño había pasado anoche?
Lo último que recuerda es estar besando a Thay en la cocina y bebiendo vodka desde la botella. De ahí en adelante sus recuerdos solo son una burbuja de humo, no recuerda una mierda. Se pregunta si habrá consumido algo más que alcohol, incluso teme haber invitado a Hamilton en un punto alucinante de su borrachera y dejar que vendiera de su hierba a todos sus invitados. Eso resultaría un problema, porque si salía de aquellas paredes, iba a estar metido en algo ilegal, y él no quería lidiar con la policía, no otra vez.
Toma una larga bocanada de aire y trata de alejar las incoherencias que su mente ha creado. Retira la camisa de su cuerpo, siente el bochorno a flor de piel, está sudado y apesta a cerveza, nada nuevo. Decide que tomará una ducha pero antes tiene que calmar los constantes ruidos de su estómago. Camina por su habitación observando que la castaña sigue durmiendo, ahora nota que está semidesnuda, lo cual es un alivio, ya que no cometió una estupidez estando ebrio.
Se abre paso entre todo el alboroto de latas vacías y vasos, se maldice al pisar el líquido derramado sobre el azulejo. Todos se han ido, y todo está en su lugar, o eso es lo que piensa, hasta que un chico alto, de cabello castaño y algo rizado sale de una de las puertas, solo se encuentra en bóxers y calcetines negros. Luke lo mira desconcertante y enarca una de sus cejas.
— ¿Kaleb? ¿Qué mierda?
— Eh —rasca su nuca—, buen día, Luke.
— ¿Qué haces aquí?
— Ni yo lo sé, hermano.
Una escena digna de admirar, ambos perdidos, con la mente en la luna y con cara de haber cometido la mayor idiotez de sus vidas.