2. Mano rota

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Advertencia: ternurita.

—Tom, cariño, mírame —con una mano en su hombro, lo zarandeé para que dejara de llorar.

Siempre hacía un drama de todo.

—¿Que no lo entiendes? ¡Te he roto el brazo! —balbuceó, con la cabeza enterrada entre las rodillas.

Solté un suspiro pesado, mirando mi muñeca enyesada. Acabábamos de llegar del hospital.

—Estás haciendo otra vez una montaña de un grano de arena, Tom. Además, fue un accidente, ¡obviamente sé que no querías caerte sobre mí en la cama elástica!

Cuando alzó la vista, tuve que taparme la boca con la mano para no escupir de la risa; tenía mocos verdes colgando de la nariz y babas en la comisura de sus labios.

—Deberías agradecer que ya llevamos un año juntos —reí, yendo a coger una servilleta—, si te hubiera visto esa cara las primeras semanas me lo hubiera pensado dos veces antes de aceptar ser tu novia.

El salón y la cocina estaban conectados, por lo que no tuve que caminar demasiado. Mi piso para mí era perfecto, y creo que a Tom también le gustaba, porque pasaba más tiempo allí que en su propio apartamento.

Me detuve al coger el papel. ¿Estaba bien gastarle esas bromas en aquel estado? No podía negarlo, me gustaba que se sintiera culpable, era tierno, pero no quiero verlo llorar de esta manera.

Me giré con mi mejor sonrisa, pero fruncí el ceño cuando lo vi tirarse de plancha al suelo y taparse la cabeza con los brazos.

—¡No me mires —pidió entre sollozos—, que estoy feo!

De nuevo llevé una mano a mi boca, pero esta vez intentando en serio no reírme. Le habían dolido mis comentarios, y yo quería hacerlo sentir bien.

Pero cómo pretende que no se me escapen las carcajadas si se pone de esta manera.

—Tom, no sé si estás actuando o si estás así de verdad, pero por favor cálmate para limpiarte los mocos de la nariz.

Con la respiración entrecortada se encogió aún más.

—¡No me negaste que fuera feo! ¿Piensas que soy feo? ¡No!, mejor no contestes.

Rodé los ojos exasperada. ¿De verdad le había afectado tanto?

Con paso rápido llegué hasta el salón y me tiré sobre él, dándole un beso en la nuca. Busqué su mano con la mía, y con la inútil le restregué el papel por la cara.

Tras soltar toda la mucosidad, atrajo nuestras manos a su rostro y comenzó a darme tiernos besos en los dedos. El cabrón sabía cómo derretirme el corazón.

—Tom, te perdoné desde el principio, no tienes que ponerte así.

Hice una mueca, dudando, pero finalmente me acerqué a su oreja para susurrar aquellas palabras que no decía a la ligera.

—Te quiero mucho, así que deja ya de llorar.

Se giró con una rapidez tan repentina que me hizo caer a su lado, haciendo que quedáramos frente a frente. Cuando lo miré, me sentí tentada de darle una patada en la espinilla.

Tenía una inmensa sonrisa de media luna, que acompañaba con brillo malicioso en los ojos.

—Te salió bien la estúpida jugada, Holland —bufé, aunque curvando de forma tenue la boca.

Llevó ambas manos a mis mejillas, rojas de vergüenza, y las acarició con sus pulgares, mientras se acercaba aún más.

—Yo también te quiero, tesoro —murmuró, cerrando los ojos.

El beso fue lento y suave, como un mimo cuando más lo necesitas. Había cambiado de lugar una de sus manos, y ahora me hacía caricias en la espalda, provocándome un agradable cosquilleo en todo el cuerpo. Yo por mi parte jugaba con el cabello de su nuca, sabiendo que era de lo que más le gustaba.

Pero aquello yo no podría calificarlo de apasionado. Aquello era nuestra manera de confirmar cada una de las palabras que acabábamos de expresar.

 Además, los besos fogosos ya nos los habíamos dado la noche pasada.

—Amor... —lo llamé cuando ya habíamos separado nuestros labios.

Respondió con un sonido gutural que me hizo sonreír. Cuando lo miré, me sorprendí al verlo con una cara de completo enamoramiento.

Pero aquella carita de ángel no me quitaría mi venganza.

—Yo te dije que te quería mucho, ¿acaso tú sólo me quieres asecas? —hice un puchero—. Sólo te interesan los s'mores que te hago, ¿no es así?

Pude ver cómo rodaba los ojos, y con un suspiro se apegó más a mí.

—¡Oh, no puede ser verdad! ¿Sólo me quieres por mis s'mores? Mejor no contestes —me llevé una mano a la cabeza, con pose de diva.

—Ya sabes que mis maneras de decir te quiero mucho son un tanto diferentes a las tuyas, ¿quieres acaso que te las enseñe?

Y por la forma en la que me devoraba con la mirada supe que los besos lentos no se quedarían en sólo eso.


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Tom Holland (One-shots/Imagines)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora