—Tom, no —le repites, apartando el teléfono de tu cara.
—¡Oh, vamos! Tessa te querría el doble si le regalamos esto.
La perra, que reposaba tumbada entre ambos, levantó la cabeza al oír que la llamaban. Tom con una sonrisa de enamorado la acarició tras la oreja, y estaba tan pendiente de ella que no se dio cuenta de que te estaba golpeando la cara con el móvil.
—Sabes que ya me quiere más que a ti y- ¡Holland, aparta eso si no quieres que acabe en en fondo de la piscina! —gruñiste, mientras te erguías en la tumbona.
Tessa ni se inmutó; ya se había acostumbrado a tus gritos.
—Lo siento, amor —musitó, y, resoplando, se sentó para quedar cara a cara contigo—. Es que me mira con esos ojitos y no puedo evitar querer darle el mundo.
Mierda.
Te mordiste el interior de la mejilla, sin apartar la vista ni un segundo, y sentiste de nuevo esas graciosas, en un principio horrorosas, maripositas en el estómago.
Ya llevabas bastante tiempo saliendo con Tom, tanto que os habíais mudado juntos a una casita con piscina en el mismo barrio que sus padres. La cosa iba en serio.
—Supongo que te entiendo —murmuraste, removiéndote incómoda en tu asiento—, porque si también tú me miras con esos ojitos no puedo evitar querer darte el mundo.
Sonreíste, como una tonta, al ver que las mejillas del inglés se coloraban, y no precisamente por culpa del sol. Tenía la boca abierta, como dispuesto a decirte algo, pero ningún sonido salía de ella, y aquello sólo conseguía que las mariposas de tu estómago batieran sus alas con más vigor.
Tessa se alejó corriendo, probablemente porque había visto alguna ardilla o algún ratón.
—Si tú quieres regalarle eso, adelante, prometo no poner pegas —desviaste la mirada hacia la perra—. Con tal de que los dos amores de mi vida estén felices, no pondré más objeciones.
Viste por el rabillo del ojo cómo Tom escondía la cara entre sus manos y se echaba, hecho un ovillo, sobre la tumbona. Estaba hablando, con mal tono, pero se tapaba y no lograbas entenderle.
—No capto ni una palabra de lo que dices —comentaste.
Agitado, se enderezó y te miró, y viste entonces que el rojo de sus mejillas había aumentado un buen par de tonalidades.
—Se supone que soy yo el que debería decir las cosas cursis, no tú —refunfuñó—. ¿Es normal sentir que se te hincha el pecho y estás a punto de explotar, pero de felicidad? —se llevó una mano al torso, tomando una gran bocanada de aire.
—Espero que lo sea, porque contigo suelo sentirlo casi todos los días —te encogiste de hombros, y reíste al ver que el chico volvía a echarse sobre la tumbona, abatido.
—Ya está, así es como muero, ¡derribado por las palabras de amor de mi novia!
Con risas, te cambiaste a su tumbona, sentándote junto a sus piernas. Él seguía lamentándose, mientas ponía caras raras para sacarte las carcajadas.
—Como me sueltes el "Señor Stark, no me siento bien" te boto al suelo — le advertiste.
—No me quiero ir, Señor Stark —como delirando, se ponía bizco y se apretaba el pecho con las manos.
Te abalanzaste sobre él para detenerlo, aplastándolo en el proceso. Se lo advertiste.
—Uf, ahora sí me muero —bromeó, ganándose un pellizcón de tu parte.
—Me caes mal —te quejaste, chocando tu nariz con la suya.
Él sólo reía, mirándote con un peculiar y maravilloso brillo en los ojos que te hechizaba.
—Entonces esto te va a molestar —y te besó.
Fue un beso dulce y pausado, lleno de todo el cariño que se profesaban. Hacía ya algún tiempo que intuías, bueno no intuías, sabías que Tom... sería el definitivo.
—Que sepas —interrumpiste, incorporándote un poco— que porque te deje comprarla no significa que no crea que es una estupidez.
Él, ofendido, se apoyó sobre sus codos.
—¡No es una estupidez! Simplemente no sabes apreciarlo.
Lo miraste escéptica.
—Tom, estamos hablando de una maldita tumbona para perros.
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Tom Holland (One-shots/Imagines)
Fanfiction¿Enamorada de Tom Holland? ¿Desesperada porque ya te has quedado sin fanfics que leer? ¡Estoy aquí para solucionar tus problemas! En este libro escribiré one-shots, imaginas y, en general, un poquito de todo. ¿Romance? Seguro. ¿Ternura? Obviamente. ...