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Tú, mi más atesorada esperanza,
Eres música, pintura, danza, poesía, arte,
Eres una esmeralda, mucho más brillante que un diamante,
Esa mirada… ¡sublime escape!
Paraíso inimaginable,
Creado con delicadas pinceladas verdes,
Razonables vértices,
Encontradas en tu pupila fortuitamente,
¡Ah! querido Van Gogh,
Tus obras en azul…
No se comparan con el brillo de su mirada,
Que indudablemente están llenas de luz,
Son medicina para todo existente e inexistente dolor,
Es magia que revive el corazón,
Es aquella sonrisa perdida que brota en la madrugada,
Y Sócrates cuál defensor de la verdad,
Afirma mi poesía con toda seguridad,
Pues no hay mirada más hermosa que se le compare,
¡Por supuesto! Hasta él lo sabe,
Mi humilde defensor de la justicia,
Con argumentos válidos defienda esa sublime mirada,
Y yo defenderé a capa y espada, esa maravillosa sonrisa,
Ya que no existe arte más bello que el que se observa con tal concentración cuando sonríe con delicadeza.

Tú, mi más atesorada esperanza,
En la vida compones las más valientes y fuertes añoranzas,
Propósitos, Ikigais, como los quieras llamar,
Eres un milagro sin igual,
Un ser perfecto de luz que a la vida de inmundos mortales llego a iluminar,
Mi más bella esperanza,
Viva naturaleza creada en carne,
Tu voluntad y fuerza no tienen nombre,
Tu inteligencia y sabiduria no tienen limite de enfoque,
Ay… mi dulce paraíso celestial,
Eres lo más cercano que conozco de lo angelical,
Tan precisa pieza tocada por Franz Liszt,
Tan dulce como las notas de Debussy,
Intelectual como los silencios de Tchaikowsky,
Libre como la música de Paganini,
Contrapuntística y mística como el piano de Beethoven
Divertida como las tonalidad de Mozart,
Tan fiel juguetona cual obra de Chopin,
Delicada primavera de vivaldi,
Sublime sonido forte de Wagner,
Hermoso pizzicato cual Haydn,
Valiente pasaje de Verdi,
Fuerte cual orquesta de Rajmáninov,
Mi sabia guerrera de ritmo cual Mendelssohn,
Sorprendente milagro como las melodías de Kórsakov,
Mi más atesorada esperanza,
Ni la música puede describir el maravilloso ser que eres,
Huella dejaste en la historia del arte,
Mirada de hierro,
Paraíso eterno,
No hay ningún soberbio mortal que pueda cortarte las alas,
Y mucho menos mentir cuando la mirada no nos falla,
Pues la verdad es clara,
Sublime color esmeralda llevas en la mirada.

Tú, mi más atesorada esperanza,
Ignorantes se vuelven las artísticas tendencias,
Puesto que incluso el dadaísmo entre su locura,
No puede explicar tu mirada llena de ternura,
Tanta geometría no puede explicar los destellos de tu maravilloso cuerpo impregnado de cubismo,
Las curvaturas perfectas de tu cintura, boca y piernas,
No tienen ninguna tendencia,
Ninguna ideología, filosofía o teoría explica tu mente dimensionada en el surrealismo,
Intelectual musa que habita en el otro continente,
Mis palabras, lenguaje y arte ante ti quedan carecientes,
Me vuelvo soldado en plena batalla sin armas,
No alcanza el expresionismo,
¡Maldita vanguardia!
Que me abandona al describir esta esperanza,
Pero que digo… Al caminar de esta poesía me vuelvo Marienetti,
Escribiendo para los versos inciertos cegados de futurismo,
Cual Duchamp discutiendo una pintura con Tzara.
Bendito paraíso que te acompaña en aquella sublime mirada,
Ni los pastizales, selvas, bosques,
O jardines llenos de flores,
Se comparan con tu mirada llena de fauvismo.

Tu, mi más atesorada esperanza,
Sinceramente, no hay historia, física, matemáticas, ciencia o arte que te describa,
Pues aquella mirada esmeralda,
Es un milagro que brota en este mundo lleno de maldad, injusticia y arrogancia.

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