Sola

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P.O.V Inés

Y es en los brazos de Irene, dónde encuentro cobijo, donde puedo ser yo, donde puedo quitarle el candado a mi alma y tirar la llave , y donde mis pensamientos pueden descansar tranquilos, y es en los brazos de Irene donde ahora mismo me encuentro, y es de donde no quiero irme nunca.
No puedo parar de darle vueltas a todo lo que ha ocurrido, a todo lo que le he confesado a Irene sin ningún tipo de miramientos, pero es la verdad, esos pensamientos no podían seguir arañandome dentro, y a Irene, después de todo, no se los podía ocultar. 
Hacía ya tiempo que me sentía así con Xavi, me sentía poco querida, no me valoraba, pero era lo único que tenía. Tenía miedo a estar sola. Siempre he vivido con alguien más, ya sean amigos o parejas, y notar la casa tan vacía, me producía un pánico que no quería sentir. Pero ahora estaba vacía, excepto hoy, que Irene la llenaba como si de su casa se tratara, como si fuéramos más que nosotras dos solas, acurrucadas una encima de la otra, ocupando el menor espacio posible. Por que si. Así estábamos. Continuábamos abrazadas, usando las extremidades de la otra como escudo protector, porque fuera de ellos había una realidad a la que hacerle frente. Menos mal que no estoy sola.

Siempre he sido de tener amigos que se podían contar con los dedos de una mano, y gente en la que pudiera confiar, no hacía falta ni contarlos, porque no me sentía cómoda con nadie, hasta que apareció aquel catalán de 39  años, que al principio consideré mi hogar, mi salvavidas, pero ahora preferiría ahogarme , quería que me dejara tranquila, que el miedo no iba a apoderarse de mi. Ahora no estaba sola.

Conozco a Irene desde no hace mucho tiempo, pero me ha transmitido confianza desde el minuto 1. Y se la di. Claro que se la di. Porque me abrí de par en par como nunca, me abrí ante mi rival política, que no se si eso está del todo permitido, pero lo hice, le ofrecí todo de mi, le mostré mi peor versión, y aún así, ahí estaba ella recorriéndose una ciudad que no conocía por ir a buscarme, no soltándome de la mano ni una milésima de segundo cuando me retiró aquel mechón de pelo, y aún así, aquí estaba ella, rodeándome con sus brazos y mi americana morada, que ahora suya, aún puesta. Ya olía a ella.

Me separé de ella lentamente, como si ambas nos fuéramos a romper en 155 pedazos, o quizás, en alguno más. Ahora fui yo quien cogió sus manos, estábamos sentadas, una enfrente de la otra, la miré a los ojos. Joder, sus ojos. Tenía la mirada más pura que jamás había visto, dicen que los ojos son el espejo del alma, y en ellos eras capaz hasta de perderte. Y aún, sin apartar mi mirada y con las manos entrelazadas, le dije un suave "Gracias Irene, de verdad".  Irene me respondió la mirada, y sus ojos decían que no me preocupara, y lo verbalizó. "Inés, no tienes que agradecerme nada, lo que necesites". Me sentía culpable porque Irene estuviera aguantando cada una de mis lágrimas la primera vez que quedamos, que esté sujetando mis manos por miedo a que me vuelva a caer. No se me ocurría nada mejor, por lo que le dije:
-Irene, no se como agradecerte esto, ¿quieres quedarte a cenar? Yo me encargo de preparar algo - la cara de Irene mostraba duda, seguro que querría irse de aquí, seguro que lo hace por compromiso, pensé.
-No te preocupes, Inés no hace falta
-Quédate - le insistí, y su cara cambió cuando oyó esta frase, creo que no quería molestarme más, pero no lo hace, os puedo asegurar, que no lo hace.
-Vale - me dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa - pero... ¿tú cocinando? - dijo mientras se reía, y como a mi, se le achinaban los ojos.
-Oyee, que se cocinar.
-Me dijiste que no te gustaba.
-Bueno, tienes razón, pero lo hago por ti, que tu me has hecho la comida,  he montado un pollo y no te has ido corriendo.

Nos tiramos el resto de tarde hablando, ninguna de las dos nos callamos, teníamos muchas cosas que contar, nos recomendamos, películas, libros, continuamos las conversaciones que esa misma mañana, habíamos dejado a medias. Me habló emocionada de sus dos hijos, que eran igual o mas guapos que ella, y que por cierto, habían nacido el mismo día que yo, compartía cumpleaños con los hijos de Irene, eso es bonito, así se que no se olvidaría nunca. Hablamos de nosotras, de los demás, de lo que nos gustaba y no nos gustaba de nuestros respectivos partidos, que nos dimos cuenta que en lo personal, no se llevan tan mal, no somos las únicas que quedamos. Irene me contó que Rufián había quedado con Albert, yo no daba crédito a eso, y Garzón con Pablo Casado, me dijo que no dijera nada, peor no pude evitar reírme, al mismo tiempo que mi cara mostraba el mayor de los asombros. Hubieron varias preguntas que sabíamos que ni ella ni yo íbamos a sacar. Estuvimos horas y horas hablando, con copas de vino y cerveza, y que rapido se me pasó el tiempo, cuando me quise dar cuenta, eran las 21:00 y me levanté corriendo a hacer la cena e Irene, me siguió con la mirada hasta la encimera, hasta que ella también se levantó, tras de mí, siguiendo los mismos pasos y plantando sus pies, en las huellas imaginarias que yo había dejado hace escasos segundos. Se apoyó en la isla que tenía en mi cocina, mirando cada uno de mis movimientos, como si de aprender un baile se tratara. Fui yo quien rompí el hielo, o quizás, lo terminé de derretir, porque nada era incomodo en ese momento.
- ¿Porqué me observas?
- Quiero ver como cocinas, me gusta ver cuando cocinan para mi.
- Pues no te esperes mucho de Inés Arrimadas- dije y reí al mismo tiempo
Irene se dio impulso y se sentó en la parte de la encimera que estaba inutilizada, con una cerveza que ella misma se sirvió de la nevera, como si en su casa estuviera, pero siempre pidiendo permiso hasta casi para respirar.
Las conversaciones fluían solas, los temas era inagotables , y su compañía, cada vez más necesaria y reconfortante. Me encantaba tener a Irene como amiga, por fin alguien que me aceptaba por como soy, y no por quien era. 
-Y voilà- dije mientras terminaba de emplatar nuestra cena.
-Me has sorprendido mucho Srta.Arrimadas, no sabía que se te daba tan bien cocinar.
-Bueno, si me pongo, no me sale nada mal, bueno, a mi nunca me sale nada mal - dije con una media sonrisa, y tras mirarnos, nos echamos a reír a carcajadas.

Como quieres que te escriba una canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora