Otro capitulo narrado por Irene, porque mi chavala se lo merece. Espero que os guste.
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P.O.V Irene
Estaba nerviosa, asustada, y me sentía culpable por haberla dejado marchar y haber tardado tanto tiempo en bajar a buscarla. No quería ponerme en lo peor, pero lo estaba haciendo. Sé que huir no era su plan, aunque lo pareciera, uno cuando huye, no deja las cosas como las ha traído, ni se van sin despedirse, o sin poner una excusa, además, Inés no era así, por poco que la conociera, sabía que eso era incapaz de hacerlo, siempre era la niña buena y correcta, con cara de ángel, que parece que no había roto un plato, por eso sabía que Inés, no se iba a ir así. Intenté llamarla una y otra vez, pero no había respuesta. Estaba perdida, y no sabía dónde más buscar, no quería llamar a nadie para no asustar, por lo que me decanté en respirar, y en seguir corriendo en busca de Inés. Mis piernas comenzaban a fallar después de tantas vueltas, y mi cabeza comenzaba a no funcionar, no sé qué más hacer. De repente, mis plegarias se oyeron, y aunque llegaron tarde, mi teléfono sonó, lo saque del bolso con la mayor rapidez con la que nunca pensaba que cogería el teléfono y mis pulsaciones se aceleraron cuando leo en la pantalla el nombre de "Inés", rápidamente lo cojo y preguntó sin pensármelo dos veces, "Dónde estás?", a mi sorpresa y con ganas de oír a Inés, me contesta el teléfono una grave voz, después de que el corazón me diera un vuelco, me calmo con un "Está bien, te mando ubicación".
Doy gracias, porque yo sin Inés no me iba.
Desesperada, pero un poco más tranquila que hace escasos segundos, espero con ansias recibir la ubicación. Diez minutos, dirección sur, si no recuerdo mal, por ahi ya he ido, pero no lo pienso ni un segundo más y hecho a andar con el paso más rápido que tengo.
Llego jadeando con las prisas al lugar exacto que la voz masculina me dijo, donde Inés estaba bién y donde después, de casi más de una hora desde que se fue, la volvería a ver. Mis ojos vacilaban la calle, buscando, mirando cada una de las caras, hasta que a escasos 50 metros veo un chico, alto, que no había visto nunca, esperando en un portal, y con la mirada de no ser solo un transeúnte más, él también parecía buscar a alguien con la mirada, y algo me dijo que era mi destino. Corro directo hacia el portal donde se encontraba, el susodicho me mira y me confirma con solo un gesto, que Inés está ahí. Me paro, en seco, mis zapatos hacen un sonido chirriante, haciéndole saber a Inés, que alguien más había llegado, giro hacia el rellano del portal y ahí estaba ella, sentada en la esquina que conforman las puerta y la pared de los timbres, impidiendo el paso de cualquiera que quisiera entrar o salir del portal. No lo dudé ni un segundo, levantó la cabeza de entre sus piernas, me miró de la manera más profunda como se puede mirar a una persona, como pidiendo un rescate al caer a un vacío, del que ella nunca se tiró, y me lancé a abrazarla, la ví indefensa, con los ojos rojos de llorar, como si se hubieran llevado una parte de ella, a un lugar tan lejano, donde no podría viajar para recuperarla. Mis ojos se humedecieron, justo en el momento en el que mis manos se encontraban con su pelo y su espalda, su respiración era bastante tranquila, no dije nada por unos minutos, solo estuve ahí, porque Inés no necesitaba nada más que mi presencia, o la de alguien que sabía que no le iba a hacer daño. Antes de separarme para mirarla a la cara, le di un tierno beso en la frente que era sinónimo, de no te preocupes, estoy aquí. Inés me agarro la mano cuando me levanté, mis dedos se entrelazaron con los suyos en señal de protección, aquel vecino seguía por lo que le dí las gracias y le pregunté,cuánto tiempo estaba ahí y si sabía si había pasado algo grave. Me contó que era un vecino y que no hacía mucho que se la había encontrado, no sabía nada más, al salir y conforme el hombre le preguntó, Inés le dio el móvil y con voz temblorosa pronunció "Irene". Y continuación, aún sin Inés soltarme de la mano, le dije que "Gracias" y que se podía ir, que no se preocupara. Me agache y con los ojos humedecidos por la situación, volví a abrazar a Inés con todas mis fuerzas, nuestras manos seguían entrelazadas y mi otra mano acarició su rostro, mientras le daba un beso en la sien y le susurraba, "ya estoy aquí"; y oí un ruido, creo que era Inés rompiéndose en mil y un pedazos, haciéndose cada vez más pequeña, buscando cobijo en mi y en aquella esquina del portal, donde aún nos encontrábamos sentadas.
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Como quieres que te escriba una canción
RomansNinguna de las dos era consciente de aquello que estaban viviendo.