Era tarde, el sol estaba a mitad de camino de su ocaso tras el horizonte. Una brisa cálida golpeaba el litoral de aquella hermosa y extraña isla. Estaba rodeada de aguas puras y cristalinas que se extendían en un océano infinito, sin que nada se interpusiera en la lontananza.
Sus costas contaban con playas de arena blanca, acantilados de piedra clara, calas recónditas, cuevas misteriosas y enormes monumentos naturales rocosos, esculpidos por la propia erosión. Aunque el litoral fuera un lugar idílico y paradisiaco, más hacia el interior, la situación cambiaba pues era árido, con pocas elevaciones y escasa vegetación.
El firmamento aquella tarde se presentaba despejado y los astros más brillantes hacían acto de aparición. Aunque no hubiera anochecido del todo, quince estrellas resplandecían en el cielo, justo encima de aquella isla de al menos 160 kilómetros cuadrados.
Las aguas, por norma general, estaban limpias y puras. Por el contrario, durante aquel preciso ocaso, tenían restos de madera; tal vez de antes de aquella tarde formaron parte de una estructura mucho más grande. ¿Una choza quizás? ¿Una casa de madera? ¿Restos de armas de ese material? Aunque de lo que proviniera era un misterio, lo cierto es que había mucha y muy diversa en la costa. Restos de tela y corazas de cuero estaban esparcidas por las orillas y el lento subir de la marea se estaba apoderando de ellas.
Quien divisara aquel desastre, desde su costa, hubiera pensado que se había producido algún tipo de huracán y este arrastró lo que había en el interior hacia el exterior, destrozándolo en el trayecto.
A medida que anochecía, se escuchaba más claro el sonido de una intensa trifulca. Tras las colinas que ocultaban lo que contenía aquella isla, se podía percibir que algo pasaba por allí. Un impacto seco y desgarrador resonó, tras esté otro y otro, hasta que fueron catorce. A continuación se produjo un lapsus de tiempo, tan silencioso que fue exasperante.
Una intensa energía rojiza y dorada, resplandecía con fuerza en el interior y se hacía más intensa en segundos. Fue entonces cuando se pudo escuchar solo una palabra, pero aquellas siete letras estaban cargadas de ira, odio y sufrimiento: "¡¡¡Antares!!!"
Aquel pronunciamiento agónico, fue seguido de un extraño relámpago en el firmamento; fue bastante raro aquel resplandor, pues se había producido en un cielo despejado. A continuación una onda expansiva se extendía en todas direcciones, no destructiva pero si dejaba todo en mitad de una intensa bruma carmesí, que no dejaba ver más allá de un palmo.
A la orilla de una de sus costas, de entre la niebla, comenzaba a divisarse la silueta de un personaje, que se hacía más clara con cada paso que daba. Cuando se le pudo divisar bien, se pudo descubrir que se trataba de un muchacho de unos dieciocho años, alto, pelo largo rubio, ojos verde azulados y de constitución definida.
Estaba vestido con unos viejos ropajes de entrenamiento desgarrados y sin marcas donde antes si las había, pues quedaba bastante claro que se las habían borrado a propósito. Pantalón largo, camiseta sin mangas, peto de cuero en el pecho y dos protectores en sus brazos, estos, con restos de sangre que no era la suya. Protegido, bajo los guanteletes de cuero, llevaba una delgada pulsera hecha de la unión de diferentes hebras, enlazadas en cinco nudos de diferentes colores.
El chico estaba muy magullado, pelo revuelto y bastante sucio. Los desgarros en la indumentaria, los moretones en cara y cuerpo indicaban que había recibido una buena paliza hacía no mucho. También caminaba con la mirada perdida, aunque en dirección fija hacia el mar.
Llegó hasta la orilla de la playa, no se detuvo ni un segundo, siguió avanzando hasta que el agua le llegó a la altura del pecho. Fue entonces cuando miró hacia el cielo, tras una ligera disipación de la bruma, pudo ver las quince estrellas parpadeantes, que sobresalían en un firmamento con infinidad de luminarias y que se reflejaban en sus pupilas, para proseguir su andadura hasta quedar sumergido y todo se quedó en completo silencio.
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Las Crónicas de Milo
Mystery / ThrillerMilo de Escorpio tiene el honor de ser el último de los Santos Dorados en llegar al Santuario y ocupar su lugar. Terribles rumores circulan de lo acontecido en la isla de Milos; localización donde se entrenó durante doce años; pues allí solo queda m...