Capítulo 11.

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            Lejos del Santuario, en una remota zona boscosa y en apariencia bajo tierra, había unas instalaciones subterráneas de diferentes niveles. Era un complejo de apariencia militar, que tal vez perteneció a ese mismo organismo en el pasado, pero ahora era propiedad de: Universal Company.

En su interior había un hervidero de gente, yendo de un lado para el otro, muchos de ellos sin pupilas en los ojos y aparentando ser simples zombis obedientes. Había despachos, talleres, laboratorios, áreas de pruebas, barracones de comida y de alojamiento, todo digitalizado y automatizado. Los operarios, con evidentes prisas y tras estar preparando cada una de las diferentes salas, salían de estas y la cerraban con llave, para luego poner un cartel en la entrada que ponía: "Estancia al 100%."

Los diferentes niveles estaban casi a la mitad de tener todas sus puertas clausuradas, con el susodicho cartelito en la puerta, aunque faltaban muchas más por poner a punto. En lo que se suponía era la sala de Control Central, que era una amplia estancia con decenas de ordenadores y pantallas holográficas, allí había otro gentío editando vídeos de vigilancia y preparando documentación.

Afrodita de Piscis, estaba supervisando el trabajo de los operarios que no habían sido privados de voluntad. Estaba centrado en aquella sala, moviéndose a la velocidad de la luz de un lado para otro, a la vez que se fijó, a través de la cámara de video vigilancia, como un camión de carga llegaba hasta allí y se adentraba por el área de entrada de vehículos. Este trasporte tenía el símbolo de contener mercancía peligrosa.

La cara de los científicos, que también estaban allí, era muy incierta al ver la llegada del enorme camión. Gracias a las grúas, que había en el hangar de acceso, nadie tuvo que tocar aquel contendor y lo llevaron de forma automática hasta un enorme silo, aislado y acristalado, donde liberaron su carga y esta era un montón de polvo negro, que se juntaba con el que había más al fondo.

—Señor Afrodita —Uno de los investigadores se acercó, bastante sumiso, al Santo—: No podemos seguir acumulando más de ese elemento, estas instalaciones no están preparadas para ello.

—Seguiremos hasta que yo lo cree oportuno.

—Pero nuestra capacidad de contención está al 100%. Al agruparse ese material que traéis sin parar, reacciona en si mismo e intensifica su potencia. De seguir así, los niveles de la extraña radiación que emiten, acabarán llamando la atención de los Olímpicos y si alguno se presenta aquí será nuestro fin.

—Déjame ver los niveles —Buscaba en el ordenador y estaban al rojo de su capacidad, el científico tenía razón y no estaban preparados para soportar tanta presión—. Esto es un inconveniente molesto, sobre todo porque esperábamos agrupar todo el material en un solo lugar y aquí solo hay el 5% de nuestras reservas mundiales.

—Seguimos sin poder detectar que es ese elemento, las dataciones no pueden calcular su edad pero, por las localizaciones donde lo hemos encontrado, intuimos que es muy antiguo. Como bien sabe el equipo de investigadores está muy extrañado: desde mediados de noviembre ha cambiado su comportamiento, pareciera que algo lo ha hecho reaccionar. Sé que no me va a hacer caso pero: mi recomendación sería dejar de acumularlo y mantenerlo lo más disperso posible.

—Tienes razón —mencionó Afrodita y el científico se quedó con cara de no saber a cuál de sus dos afirmaciones hacía referencia—. No te voy a hacer caso y seguiremos con nuestro plan de trabajar con ese material.

— ¿Pero no se da cuenta que parece que está llamando nuestra atención para que lo agrupemos?

— ¡Por favor! Que solo es polvo —Lo trataba y miraba como un conspiranoico, a la vez que analizaba los últimos datos disponibles sobre las aleaciones—. Por los análisis que habéis realizado, esta amplificación de energía nos dará la capacidad de recrear no solo las armaduras doradas, es posible que también las divinas.

Las Crónicas de MiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora