Capítulo 7.

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                     A las cinco y media de la mañana, el templo del balneario aun permanecía iluminado y Milo dormía tranquilo, en la sala más amplia de todas, sobre un cúmulo de pétalos de rosas rojas. Aquellas hojas parecieran tener un efecto narcótico, pues dormía muy profundo y en su sueño estaba en un exótico paraje.

Estaba en un vergel de vida, donde la vegetación se extendía ordenada y pacífica en cualquier dirección. Había altas montañas con sus cúspides nevadas, aunque no hiciera frío, cascadas impresionantes y ríos de agua pura y cristalina.

El griego no sabía que era ese sitio, pero comenzó a escuchar alguien correr y reírse. Como no era solo a una persona las que podía identificar, comenzó a seguir el sonido con la esperanza de saber quiénes eran, aunque no llegó a divisar de quien se trataba.

En un momento dado, dentro de su sueño, se detuvo en seco y quedó paralizado. Todo se agitaba y se desmaterializaba. Sentía que alguien le estaba llamando y abandonó aquel lugar en ese instante para volver a la realidad.

Aldebarán de Tauro lo estaba agitando en el mundo consciente y, al ver que no reaccionaba, le soltó un guantazo que despertó a Milo en el acto. El muchacho no tardó nada en espabilarse y se quedó sentado entre las rosas.

—Buenos días —le saludaba el brasileño y le ofrecía la mano para ayudarle a levantar—. ¡No me lo digas y deja que lo adivine! —al estrecharle la mano lo incorporó en ese momento—. Afrodita ha estado por aquí; tanto pétalo lleva su firma. ¿Qué ha pasado?

—Pues recuerdo que me pinché con una de sus flores y entonces todo mi cuerpo ardió... —trataba de recordar lo acontecido esa misma noche y en un flas se acordó de todo—. ¿Qué he hecho y cuántas veces lo hice?

—Que vamos: Como que te lo cepillaste bien.

—No me puedo creer que he perdido la virginidad esta noche y sin pretenderlo.

—Se desmiente lo que decían de ti, que sodomizaste a tus compañeros antes de ejecutarlos. Miremos el lado positivo del asunto: ¡Ya eres un "hombre"! —metiendo el dedo en la yaga, el moreno le decía muy gracioso—. Enhorabuena y encima con Afrodita. ¡Qué primera pieza! Al menos tu trasero se ha salvado, pues a ese no me lo imagino empujando. Gracias que al ser Santos de la diosa estamos protegidos de cualquier clase de enfermedad, si no te diría ahora mismo que te hicieras toda clase de pruebas de venéreas.

—No seas hijo puta y deja de burlarte, que la cosa no tiene ninguna gracia. ¿No me dijiste ayer que no prejuzgabas?

— ¿Prejuicio? Nada de "pre" ya está juzgado y sentenciado. Afrodita cada vez que me ve hace el gesto de querer vomitar. Yo traté de ser su amigo, cuando no lo conocía, pero al parecer le doy asco y ni me dirige la palabra. Un día de estos, que me pille caliente, le suelto una galleta que necesitará cirugía para recomponer su belleza.

—Luego iré a pedirle explicaciones, pues no debió haberlo hecho —Como no podían distraerse en el primer día de entrenamiento, pospuso verle hasta más tarde.

Como su atuendo de entrenamiento que trajo de Milos estaba allí y Aldebarán ya estaba preparado, se ahorraron el tiempo de acudir a la armería. El griego se equipó en un momento, protegiendo la pulsera siempre bajo el guarda brazo y dejó su Emblema de Invocación allí mismo, pues no había problemas de robos. En el caso del grandullón lo había dejado en su templo y nada les impidió ir directos al salón del comedor que, como de costumbre, estaba lleno de comida pero nadie que se la comiera.

Los dos desayunaron fuerte y, con energías renovadas y antes de que el sol saliera, partían hacia las zonas exteriores. No les costó mucho esquivar la vigilancia del turno de noche y traspasaron las defensas de los niveles de plata y bronce sin mucha dificultad.

Las Crónicas de MiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora