Capítulo 1: La casa podrida

491 8 4
                                    

Ophelia Thompson tenía leves recuerdos de su infancia en dónde su padre solía sentarla en su regazo y contarle historias sobre el hogar donde había crecido al norte de Inglaterra, donde el clima era mucho más frío, lluvioso y lúgubre. En su mayoría eran leyendas lugareñas, historias de fantasmas, de brujas que parecían descabelladas pero demasiado reales para una niña pequeña como lo era Ophelia en ese entonces.

-Y recuerda.- decía su padre- jamás te acerques a la oscuridad.

Ella no sabía si su padre quería asustarla o simplemente contarle las mismas historias que él había escuchado alguna vez durante su infancia en aquella casa, mitos y leyendas del pueblo que lo vio crecer. Lo que Ophelia se imaginaba era una casa enorme, con paredes blancas y cimientos que guardaban secretos e historias de fantasmas.

La realidad que le habían devuelto sus ojos cuando ingresó a la casa era todo lo contrario a lo que su padre solía contarle. Su nuevo hogar tenía mucho olor a encierro, pocas ventanas y mucho moho verde en las paredes. Quizá si guardaban historias de fantasmas, pero los fantasmas no cuentan sus historias a través de las paredes. Las mismas estaban cubiertas por un empapelado de flores marrones sobre un fondo celeste. Ophelia tuvo que salir casi corriendo cuando ese olor putrefacto le penetró por las fosas nasales, al punto de generarle náuseas.

Se tomó de la viga que estaba en la entrada de la casa, tambaleándose, y trató de tomar aire con una mano en el estómago, que se le había revuelto ya, pero ese aroma le había quedado impregnado en la mente. El viaje hasta allí no había sido precisamente corto, y los viajes en carretera ya le generaban malestar estomacal. El olor de la casa no hizo más que estragos, provocando el inminente vómito que dentro había amenazado con salir y ahora corría con total libertad en la madera, también podrida, de la entrada.

Su hermano menor, Colin, la miró desde la puerta del auto. Le hizo una mueca de desagrado mientras se tapaba la nariz, evidenciando que el aroma no era cosa que Ophelia se había imaginado. Ella, aún tomándose el estómago y con el reflejo del vómito amenazando con dejar de ser solo un reflejo, intentó reír.

Su madre se percató de la situación y fue directo hacia Ophelia.

-¿Qué pasó?- le preguntó mientras se inclinaba para estar a la altura de ella y apoyando una mano en su espalda. Miró el vómito en el suelo e hizo una mueca de asco, retiró la mano de la espalda de su hija y se irguió.- tendrás que limpiar eso.

-Estoy bien, gracias.- dijo de manera sarcástica Ophelia.- parece que alguien murió allí dentro.

-No exageres. Vamos.

Colin lanzó una carcajada sonora lo que hizo que Ophelia también riera.

-¿De qué te ríes?- le dijo su madre, asomándose por la puerta.

-Nada.- contestó enseguida y Colin río nuevamente por lo bajo. Ella le guiñó un ojo a su hermano cuando su madre volteó otra vez y las dos entraron a la casa, Ophelia seguida de su hermano menor, aún con una mano en el estómago.

Ella sabía que Colin había visitado la casa una vez, pero también sabía que su padre jamás le había contado nada de las leyendas urbanas.

"-No le cuento a tu hermano porque es demasiado pequeño y sensible. ¿Tú no eres sensible, verdad?"- le había dicho una vez su padre y entendía perfectamente por qué quería ocultarlo de Colin.

La entrada era bastante grande y en frente de ellos había una escalera que llevaba al piso de arriba donde estaban las habitaciones. A un costado se encontraba un salón que tenía un piano gigante de cola, lo cual a Ophelia le pareció un desperdicio porque era más que seguro que estaba desafinado y lleno de polvo. A pesar de que ella no sabía tocar el piano, podría aprender si por el pueblo había alguien que lo afine y le enseñe. El suelo era de madera curvada a causa de la humedad. Había una alfombra y la cortina que cubría la enorme ventana estaba gris debido al polvo. Ophelia ni siquiera se detuvo a observar la alfombra porque si era como la cortina, mejor no saberlo. Le sorprendió no ver ninguna rata muerta, pero el aroma sin dudas provenía de más.

Bonfist: el Susurro de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora