Capítulo 2. Pochélina y Albina.

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POCHÉ.

—Vengo a buscar el encargo de la señorita Kollpen —le dije a Annie, la secretaria de Karen, la cual me miró con una sonrisa expectante.

—Claro, llegó hace una horas —dijo colocando su cabello detrás de su oreja para agacharse y buscar lo pedido.

Miré a cualquier extremo de la oficina menos al cuerpo de la secretaria de mi jefa, quien provocativamente se encontraba agachada buscando lo que le pedí, siempre hacía lo mismo cuando me encontraba cerca de ella y era algo incomodo.

—¿La encontraste? —carraspeé la garganta al notar su demora. Pobre, ¿No le da dolores de espalda tanto tiempo estar en esa posición? —No es necesario que me restriegues tu trasero en la cara —hablé tratando de no sonar grosera. Annie era una chica muy especial pero no para mi gusto.

No tiene lo que necesito ni lo que busco.

—No es lo que pretendía pero gracias por notarlo —dijo sonriendo con una carpeta en su mano, solo sonreí fingiendo que nada había pasado. Estiró la carpeta de color rojo.

—¿Sabes a quien tengo que enviárselo? —pregunté, Annie se sentó en su escritorio para teclear rápidamente en su computador.

—A los editores, es lo único que sale en las ordenes de la señorita Karen —habló sin propiciarme más información.

—¿A los de siempre? —pregunté confusa.

—A los de siempre —sonrió mirándome atenta, su cabellera rubia estaba algo desordenada y su labial resaltaba en su rostro, solo asentí.

—Esta bien, gracias —suspiré, le sonreí de vuelta con la carpeta entre mis dedos, me despedí de ella y me retiré.

—¡Felicidades por su compromiso, señorita Garzón! —gritó algo divertida Annie, alcé una ceja, me giré y le propicie un "Gracias" para luego retirarme de forma definitiva.

Maldigo el día en donde la señora Joe Kollpen decidió darle su cargo a su querida hija. Mi trabajo era un sueño, estaba demasiado feliz el día en que me contrató, fueron los mejores cinco años de mi vida hasta que llegó esa chica malcriada a ser mi jefa, este trabajo me permitió conocer a mi futuro marido en una reunión en Oklahoma, pero ahora solo me generaba malos recuerdos en donde Karen Hollpen me mandaba a hacer puras estupideces.

Que lindo.

Salí a las afueras del edificio para tomar un taxi hasta mi apartamento, la hora había pasado bastante rápido, con las entrevistas perdí toda la mañana y la tarde de mi Sábado y no había tenido tiempo para descansar, era lo que más quería en este momento.

En el camino, iba pensando en que chicas eran buenas elecciones para convivir, ninguna en mi mente era especial, por lo que podría ser cualquiera, cualquiera menos Melissa, esa chica si estaba loca.

Me bajé del taxi para entrar al gran edificio en donde vivía y el frío envolvió mi cuerpo.

—Hola Darwin —saludé al portero con una sonrisa, Darwin me conocía desde hace muchos años, era prácticamente mi amigo o como un segundo padre.

—Señorita Garzón, un gusto verla esta tarde —dijo abriéndome la puerta principal, sonreí burlonamente porque él sabía que odiaba que me dijera así.

Mírame con Amor | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora