Capítulo 4. Ese no sé qué.

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POCHÉ.

Hoy era el día en el que Natasha terminaba de mudarse a la habitación contigua a la mía. Los días anteriores habían sido papeleo y papeleo, pero todo había salido muy bien e incluso se podía decir que nos estábamos convirtiendo en muy buenas amigas.

—¡María José! Tráeme un café —la voz chillona de Karen retumbó en mi oficina haciéndome soltar un suspiro de fastidio. Tiré la silla para atrás y me paré para caminar hasta la oficina de mi jefa —¡María José!

—¿Qué? —dije abriendo la puerta de vidrio, al verme, su rostro se formó una sonrisa petulante.

—Hasta que te apareces, deberías ser más eficiente —habló pesadamente, alcé mis cejas.

—¿Qué se le ofrece, señorita Hollpen? —fingí simpatía como si no hubiese escuchado lo anterior.

Cada que escuchaba la voz de la rubia, mi paciencia se acababa en un instante.

—¿Qué no escuchaste? Quiero un café —ordenó de forma agresiva. Unas ganas incontrolables de decirle que no era su sirvienta me llenaron por dentro, pero si esas palabras llegaran a salir de mi garganta, una gran pelea que terminaría en un despido se presentaría y es lo que quería evitar.

—¿Algo más? —pregunté fastidiada, ella sonrió.

—Dile a Annie que entre, eso es todo —dijo para volver a concentrarse en la pantalla del computador en frente de ella, solté un suspiro y cerré la puerta de su oficina. Mis tacos retumbaron por todo el lugar mientras me dirigía hasta el escritorio de la secretaria, la que si era la encargada oficial de llevarle café.

—Hollpen te llama —Le avisé mientras iba a la cafetera, agradecí que estuviera llena y caliente, así no tenía que esperar a que estuviera listo y me deshacía rápidamente de Karen.

—¿A mí? —dijo confundida, se giró en su silla dejando ver sus esculpidas piernas que eran visibles gracias a la falda de tubo negra que traía puesta, muy parecida a la mía.

—Ajá —eché un sobre de azúcar endulzante en el café de mi jefa, revolví con la cuchara —Llévale esto, es tu trabajo, no el mío —hablé algo enrabiada dejando el café preparado en el escritorio de Annie, sé que estaba mal desquitarme con ella pero no podía evitarlo, asistir a mi trabajo se estaba volviendo una tortura.

La chica no objetó nada y solo acató las ordenes; avanzó con el café en sus manos hasta la oficina de la jefa mientras que yo volvía a mis labores. Me senté en mi silla para teclear en el computador las nuevas tendencias en el deporte de este mes; el futbol era el elegido y las fotos recién sacadas por mí en el partido anterior eran sensacionales.

Tal vez trabajar en una revista de deportes no era lo más entretenido del mundo como una de modas o de maquillaje pero era lo suficiente para mí, me hacía feliz anexo a la presencia de Karen en el lugar. Encontrar este trabajo me había dado la satisfacción necesaria que necesitaba para progresar en mi vida, tanto personal como laboral y olvidar todo sobre mi pasado tortuoso en donde solo quería cumplir veintiún años para irme de la casa de mi padre, aunque él insistiera en que no saldría de su casa hasta que estuviera casada con un hombre, cosa que se me hacía ridículo, pero aún así logré escaparte de allí y Santiago había sido una gran influencia en mi padre para dejarme ir.

Me tomó muchos años volver a retomar mi vida luego de ese episodio tan desastroso que me marco para siempre. Jamás se me va a olvidar cada lágrima, cada llanto y suplica proveniente de la persona a la que más amé en mi vida, no todo era color de rosa, pero ella le daba color a mi vida.

"—Entonces, ¿Esto es el fin? —preguntó la castaña con los ojos llorosos. Asentí.

Mi ex novia mordió su labio inferior intentando controlar sus sentimientos notorios, las lágrimas empapaban sus rosadas mejillas, sorbió su nariz agachando la mirada debido a la expresión fría le proporcionaba para mantener la compostura y no derretirme a sus encantos inocentes.

Mírame con Amor | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora