P2: Capítulo 32

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Umbrarum, febrero 23, 2015


El mundo giraba a mi alrededor y un terrible dolor de cabeza me acogía, sin embargo, no pude utilizar mis manos para masajear mis sienes, pues estaban atadas. Abrí mis párpados con rapidez, sacudiéndome asustada, pero lo único que logré fue apretar aún más los nudos que me mantenían presa a una columna de madera gruesa.

—Yo que tú no haría eso, se ajustan más con cada movimiento —señaló un hombre de alta estatura que estaba frente a mí y en medio de un pequeño grupo de cuatro criaturas que, mínimo, debían medir un metro ochenta cada uno y eran dueños de una belleza despampanante.

Sus rostros parecían esculpidos con cincel y poseían largos cabellos rubios y castaños que llegaban hasta la mitad de su espalda, o incluso más abajo. Todos usaban trenzas y mantenían su cabello fuera de su rostro justo con una de ellas atravesando su frente.

El que me habló, de grandes y brillantes ojos grises, tenía el cabello recogido en un moño alto con un par de mechones trenzados alrededor y el resto de su cabello cayendo libre sobre sus anchos hombros y pecho. Parecía ser el líder y sostenía un arco en sus manos, cuyas flechas se asomaban en el carcaj tras su espalda. Sospechaba que no superaba los treinta años y, aunque parecía el menor del grupo, su postura y el que estuviera en el centro, con el resto flanqueándolo, no dejaba lugar a dudas acerca de su status.

Esos hombres eran elfos, no tenía duda y no necesité ver al segundo a mi derecha, ocultando su cabello rubio tras su puntiaguda oreja, para saberlo. Nos hallábamos en lo que parecía ser un establo y la puerta de salida estaba justo detrás de ellos.

—¿Quiénes son? ¿Qué quieren? ¿Dónde está el espejo que tenía?

Un escalofrío me recorrió por completo cuando una flecha salió despedida del arco y se estampó en el poste, justo sobre mi cabeza.

—No he permitido que hables —declaró el joven con fastidio y yo tragué un nudo, encogiéndome en mi lugar, cuando otro de los chicos, uno rubio, se acercó a mí para sacar la flecha y devolverla a su jefe.

El castaño tensó su arco una segunda vez y yo cerré los ojos, esperando un segundo impacto que no llegó.

—Pareces un ciervo asustado, cariño. —Se burló y todos sus compañeros lo hicieron también. Abrí mis ojos con lentitud y, aunque no dejaba de apuntarme, no liberó la flecha—. Despreocúpate, si eres quién necesito, no te haré daño.

—Vaya consuelo...

¡Y zaz! Una segunda vez, la flecha se estancó justo sobre mi cabeza, provocando un grito de mi parte.

—¡Deja de hacer eso! —protesté, furiosa.

El tipo sonrió y bajó su arco, devolviendo el aire a mis pulmones.

—Dime tu nombre y acabaremos con esto.

—Si no sabes quién soy, ¿por qué me tienes aquí?

—Lo importante es quién puedas ser. Y no me hagas perder el tiempo, llevo horas sin dormir y mis hombres y yo estamos hartos...

Las puertas del establo se abrieron de forma repentina y la luz del día ingresó al lugar, confirmándome lo que ya sospechaba, había pasado la noche inconsciente.

Los hombres se giraron tal como yo, pero lo hicieron alzando sus armas, que bajaron una vez identificaron la figura de un anciano y una jovencísima castaña, ambos con túnicas, pero con sus rostros descubiertos.

Deduje que eran conocidos, porque los elfos dejaron de mostrarse alerta y saludaron al recién llegado.

—Beegie... —dijo uno.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora