Tempus

Cuatro. El errante.

Eres un errante, viajas sin cesar, navegas por aguas turbulentas, observas el sol y te escondes en tu pequeño barco.

Pero mi querido amigo errante, si todo lo que sientes es odio y desprecio ¿Por que te empeñas en compartirlo?

Caminas y caminas, con un saco lleno de semillas y frutos viejos, pútridos. Cuando el camino se ve bello, resplandeciente y lleno de bellos árboles, tu mano se dirige a ese saco, tu mano extendida toma cuanto tu palma alcanza y las arrojas al camino.

Oh mi querido amigo errante, ¿No te das cuenta?, has dañado miles de campos y siembras, tan solo sembrando esa mala hierba que crece llena de odio, tu sed de venganza a la humanidad es tan grande que creo que nunca podrá acabar.

A pesar de ello, siempre estás rodeado de hadas y bellas criaturas que aman tu compañía aunque tú carácter sea horrible y tus palabras sean nulas. Se que alguna vez dudaste de tu propósito en esta enorme tierra, has dudado tanto, que creo que has comenzado a forzar tu estadía aquí en vez de ayudar a que sea más agradable.

A pesar de que vives rodeado de seres que te aman, pareciera que solo quieres lastimarlos.

Oh mi pequeño amigo errante, no se lo que te pasa y no quiero comprenderlo, tus palabras son nulas y las mías también han comenzado a serlo, no escuchas, ignoras, hieres, y cuando hablas de tu boca solo salen insectos y veneno.

Se que estás cansado, que cuando abres los ojos y te das cuenta de que aún sigues aquí, solo logras ver la desesperación y lo horrible del mundo.

He intentado ayudarte, te mostré el arte, leí mil veces para ti, vague contigo, contribuí a que las hadas te amasen aún más, no he hecho más que ayudarte y no me arrepiento, no creo en las retribuciones, por lo que nunca te lo pedí, aún así, aunque ya conocías todo lo bello del mundo, seguiste dañando.

Oh mi amigo errante. ¿Aún puedo llamarte amigo?