Tweek había pasado ya un tiempo considerable siendo bastante feliz con su situación.
Craig era bastante sumiso y aceptaba ser cariñoso con el en público en favor de que todos notarán como eran una pareja perfecta y cordial.
Aún con eso sabía que no podía darse el lujo de confiarse, sus amigos aún lo miraban atentamente, dispuestos a hacer lo que estuviera en sus manos para apoyar a Tweek en todo lo que este necesitará...
–Creo que hoy es nuestro día de suerte Craig, aun hay café – dijo viendo en el supermercado un pequeño costal, granos de café.
Tweek estaba tan emocionado que ni se percató de la presencia de alguien ahí...
Ni de como miro a Craig, que lucia casi como el cascarón de la persona que solía ser.
Annie estaba a su lado... Lo sujeto suavemente por el brazo, el pelinegro volteo a verla sorprendido, sus ojos se iluminaron con lo que parecía alegría...
Aunque la chica noto que esta pronto era reemplazada por temor, mirando a Tweek para asegurarse de que no lo había visto.
La chica entendió la situación.
Se retiro rápidamente, dejando al pobre pelinegro ahora más desesperanzado que nunca.
Vencido... Siguió arrastrando el carro de compras a un lado de Tweek.
Apenas se percató de alguien que metía la mano en el bolsillo de su chaqueta.
Annie le sonrió ligeramente mientras saludaba y se alejaba después de haber dejado un pequeño trozo de papel.
Tenía su dirección.
Algunas miradas furtivas en todo aquel establecimiento se dieron entre ambos.
La rubia lo miraba con preocupación, estaba bastante demacrado, lucía triste e infeliz...
Ese no era el altivo y atractivo Craig que ella conocía, ese chico que en su rebeldía tenía un aire misterioso y de chico malo...
Al que nada ni nadie le importaba.
Ahora parecía un perro regañado por su amo.
Una cara de desgracia lo adornaba en todo momento.
Aunque había tenido un encuentro casual, se destinaba a ayudarlo, de alguna forma...
Aunque no fueran muy cercanos, ese chico... Lucía como alguien que tenía muchos problemas.
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Punto Muerto
FanfictionDeja de llorar de una maldita vez. Siempre supiste que esto era una mentira. Las cosas no iban a ser perfectas nunca, ni siquiera normales. Tu farsa se terminó. Ahora, quítate esa máscara y sigue con tu vida. -No, no lo creo- sonrió.