Paseo sin retorno.

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Esa noche, es una lluviosa. No se trata de una tormenta, por el contrario, la lluvia es lenta y mantiene un nivel bajo, amenazando con detenerse en cualquier instante. Parece ser una noche normal, sin problemas o inquietudes, pacifica, incluso el clima sosteniendo aquel relajado ambiente.

A las afueras del pueblo, en un campo donde usualmente la concurrencia es nula y crecen cientos tipos distintos de plantas al igual que se crían más de una especie de animales, hay una pequeña casa bien construida, que en ese momento, se encuentra totalmente iluminada por la luz de varias velas por dentro.

Ahí, en una de las dos camas que se encuentran una al lado de la otra, una mujer descansa enferma, respirando lento y con problemas. Sosteniendo su mano, se encuentra un joven hijo de 17 años, mirándola con melancolía, intentando ser fuerte para no derramar una lagrima pues su madre le repite incesantes veces que no debe llorar cuando ocurra algo tan natural como la muerte.

Hace un par de meses que la enfermedad apareció, simplemente un día, de la nada, su madre sintió un pequeño mareo que le hizo perder por unos segundos el equilibrio, obligándola a apoyarse en el hombro de Hiro, su adorado hijo. Entonces sin más, afirmo estar realmente enferma, y que ello la mataría. Hiro insistió más de una vez en buscar métodos, remedios nuevos, lo que fuese necesario para curarla. Ella negó, aclarando que ese era su momento, que la muerte caminaba muy cerca de sus pasos desde entonces, y solo esperó a que llegará el momento de sentirse débil, mientras tanto, continuo con su vida, como si nada pasará, y pidió a Hiro lo mismo, repitiéndole que no debía sentir miedo, y él la escucho, pues mamá jamás le mintió.

Día tras día, la mujer completo sus asuntos pendientes, incluido con ello, la enseñanza completa a su hijo, finalizando las asesorías, asegurando que estaba listo para ser un curandero, tal como lo fue ella, incluso mejor. Fue esa tarde en que aseguró los conocimientos de Hiro, en que su madre, un poco más delgada de como la conoció toda su vida, y con su hermoso cabello largo que rebasaba su espalda ahora un poco más arriba de los hombros, le pidió acompañarla afuera de su hogar y sentarse en el césped a disfrutar de la calidez y compañía del sol.

Es un día hermoso, ¿no te parece? – Hiro asiente, mirando de reojo las finas facciones de su madre relajarse al cerrar los ojos y disfrutar del suave viento que ondulaba sus negros cabellos.

Lo es.

Hiro. – La curandera llama su atención, haciendo que el joven voltee a verla a los ojos que, aunque cansados, no dejan nunca de brillar. —Tengo un obsequio para ti. – De su falda, desata lo que parece ser un colgante, que, apenas recibir la luz del sol, desprende tan intenso fulgor que hace a Hiro preguntarse porque no lo vio antes. La mujer lo extiende hacía él, y este, comprendiendo, agacha la cabeza para dejar que la mujer se lo ponga. Cuando lo hace, extrañamente siente su propia energía emanar de él, lo que le confunde un instante.

Madre, esto... - Está a punto de cuestionar, pero la mujer le interrumpe al levantar su mano, pidiendo que guarde silencio.

Es un ópalo, creó que tiene una singular y bella forma. – Hiro observa detenidamente, dándose cuenta que, efectivamente, la pequeña piedra guarda la forma de la luna menguante, lo que le hace sonreír. —Lo encontré entre las pertenencias de tu padre. Estoy segura que él quería dártelo, pero falleció antes, y no le fue posible. – La madre del chico sonríe, tocando el dije que ahora se encuentra en su cuello. —Se trata de un símbolo de amor, Hiro. Amor verdadero y eterno.

Hiro mira el collar también, escuchando atentamente cada palabra que la curandera dice, pues, su madre es sabia, y siempre hay algo de verdad en sus palabras.

Es por eso que no vas a quedártelo. – La mirada de confusión regresa al rostro del chico ante esas palabras, mirando a su madre, sin entender bien lo que dice. —Pronto, la persona que estás esperando llegará a ti, y querrás devolverle este amuleto, sentirás que has esperado toda tu vida para regresarlo. – Hiro ríe suave.

Aunque me cueste la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora