La musa & el espíritu.

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Han pasado siete años ya. Siete años tristes, solitarios, lentos. Siete años desde que Hiro Hamada perdió la alegría, la picardía, las ganas de divertirse haciendo travesuras o buscando problemas, las ganas de vivir la vida... son siete años de la muerte de Tadashi Hamada, su hermano, mejor amigo y más grande motivación.

Claro que, día tras día, tuvo que sacar fuerzas de donde no las tenía para salir adelante, no podía estancarse, su deber era seguir con su vida. Es lo que Tadashi habría querido...

Se hizo de amigos, siguió firme en sus estudios universitarios después de que la universidad pudo ser reparada, se graduó a los 16, y continuo haciendo cosas que al mundo asombraban, cosas que un día llegaban a su cabeza y no se marchaban hasta ser concretadas. Siempre sonríe, siempre ríe, pero eso no significa que sea feliz, la realidad, es que lo pasa mal, y con tan solo 21 años, siente que ha vivido más malos momentos que buenos. Este, por ejemplo, es uno de ellos, de los peores.

El aniversario luctuoso de Tadashi. Aquel día, en específico, es el motivo de que la depresión de Hiro vuelva como ráfaga, y se instale en él, tan poderosa como para tumbarle en la cama sin ganas de hacer nada y llenando de desmotivaciones y malos pensamientos su ser. Está tristeza, se expande por días, incluso semanas, deteniendo el mundo de Hiro por un periodo de tiempo que no es sano no solo para él, sino para la gente que le rodea, que, en efecto, no son felices al verlo así.

Se encuentra tumbado en la cama, observando al techo sin tener ni un punto en específico. Hace rato que anocheció por lo que sabe que ya nadie va a molestarle. Su rostro serio y cansado delata que no ha dormido nada, pero tampoco quiere hacerlo. Sus ojos se encuentran irritados, pero no por las lágrimas, pues él no es de llorar, sino más bien por el excesivo uso de su computadora personal y el teléfono celular que intento usar como primeras motivaciones para olvidarse de lo horrible que está siendo ese día, y luchar con todas sus fuerzas, para no pensar más en Tadashi con tanta tristeza ni pesar, sabe que a su hermano no le habría gustado, pero también sabe que él podría estar a su lado en esos momentos, con 25 años, graduado y con sus sueños de ayudar a las personas con su ciencia más despiertos que nunca; riéndose de algún mal chiste o quizá algún meme de internet, lo que sea, pero a su lado.

Tocan la puerta de su habitación con cierta insistencia, y no necesita esforzarse para averiguar de quien se trata. No quiere abrir pero sabe que se verá grosero y herirá las intenciones de su tía al no hacerlo. Se levanta desganado, arrastrando sus pies en el trayecto. Quita el seguro de la puerta para seguido, darle paso a la luz de los focos del exterior y a la sonrisa triste de Cass.

— ¿Cómo te sientes, Hiro? – Pregunta suave, con amor, intentando no ser desconsiderada con las emociones de su sobrino.

—Estoy bien, tía Cass. Solo quiero estar solo. – Ella niega, consiente de la mentira en las palabras del azabache.

—Vas a querer estar solo mucho tiempo, después de esto, cariño. Eso no está bien. Creó que deberías salir hoy, despejarte, intentar algo nuevo. Cada año es lo mismo y me preocupo. – Hiro suspira con pesadez, recargándose en el marco de la puerta.

—Tía Cass, no. No quiero salir, sabes muy bien que...

—Bueno, ya es algo tarde para decidir eso. Han venido por ti, tienes mi permiso. – Dice la mujer apresuradamente, intentando de ese modo, que Hiro no tenga oportunidad de negarse. Y, en cuanto la visita llega, la mujer se retira, no sin antes darle discretamente las gracias al chico que en ese momento se acerca a Hiro.

— ¿Viniste hasta acá aún con el inminente riesgo de que te rechazase? – Kyle alza los hombros, sin cambiar el mismo semblante neutral que toda la vida ha llevado.

Aunque me cueste la vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora