Parte 1

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Ismael se encontraba en el comedor del piso estudiando para el examen de Física que tendría a finales de mes. Sentado sobre el sofá, trataba de memorizar todas las fórmulas que venían en el libro. Tenía que recordarlas muy bien, pues en los problemas tendría que usar bastantes. Se hallaba muy concentrado en la lectura, pero muy pronto, un ruido hizo que se despistase. Al principio, trató de no hacer mucho caso, pero el sonido se empezó a hacer más continuo. Por más que lo intentara, no podía seguir así.
Cuando apartó la vista del libro para ver de qué se trataba, sintió una gran desazón en su cuerpo. Era su hermana mayor Carolina.
-¿Qué coño quieres? -preguntó el chaval muy molesto.
-¡Esa lengua! -señaló ella-. Papá y mamá no te criaron para que dijeras esas cosas.
-Mira quien fue a hablar -respondió él de forma burlona.
Carolina se acercó hasta su hermano, colocándose justo delante. Notarla tan pendiente de él, con clara intención de molestar, no podría irritarlo más.
-¿Otra vez estudiando? -dijo escandalizada-. Joder, parece que eso sea lo único a lo que te dediques en tu vida.
Ismael respiró de forma acompasada. Buscaba calmarse lo mejor que podía, pero su hermana tenía una gran habilidad para sacarlo de quicio. Era toda una consumada experta.
-Caro, a fin de mes tengo examen de Física y me lo tengo que aprender todo bien -explicó con mucha calma, toda la que su ser le podía ofrecer-. No quiero tener que llevarla arrastrando para el año que viene.
-¡Venga ya! -dijo su hermana con total despreocupación mientras se sentaba a su lado. Lo hizo con tanta fuerza que el sofá entero tembló-. Siempre te las pasas estudiando, macho. Parece que no tuvieras nada mejor que hacer.
-Que yo sepa, para eso hemos venido a esta ciudad -replicó el muchacho-. Para sacarnos la carrera que papá y mamá nos están pagando, ¿no?
Ismael y Carolina venían de un pueblo que se hallaba en la serranía. Era grande, pero no lo suficiente como para tener una universidad. Cuando terminaron sus estudios en el instituto, no tuvieron ms remedio que trasladarse a la ciudad más cercana. Primero fue Caro y luego él.
-Si vale. No te lo pongo en duda, pero debes hacer algo más que quedarte en casa estudiando -decía Carolina-. Tienes que salir y divertirte. A este paso no pierdes tu virginidad ni aunque te lleve a una orgía.
Si había un tema que detestaba que le sacasen era su vida sexual. La chica no cesaba de llamarlo virgen o inmaculado. Siempre estaba metiéndose con él por ese motivo y lo tenía harto. Habían llegado a tener peleas muy serias por culpa de esas burlas.
-Por favor, no empieces otra vez con lo mismo -le advirtió.
-¿Y qué harás si continúo? -dijo Carolina desafiante-. ¿Me vas a intentar pegar? Isma, te recuerdo que soy más alta y fuerte que tú.
-Tú ponme a prueba.
Se miraron por lo que parecían eones de tiempo, pero solo pasaron unos segundos cuando Ismael cerró el libro y, a gran velocidad, lo tiró al suelo para abalanzarse sobre su hermana.
-¡Ven aquí! -gritaba él.
Sin embargo, su hermana no se dejaba atrapar con tanta facilidad. De hecho, esquivó su ataque y fue ella quien acabó encima de él sobre el sofá.
-¡Caro, joder! -se quejó el muchacho-. Que me clavas la rodilla en mi barriga.
-¡Te jodes por capullo! -le reprendió ella.
La chica lo agarró por los brazos y puso todo el peso de su cuerpo sobre él. Isma se revolvía desesperado, tratando de escapar, pero su hermana lo tenía bien atrapado.
-¡Suéltame, coño! -le dijo mientras se revolvía violento.
-De eso nada, canijo -espetó Caro.
Pese a que la chica lo tenía bien atrapado, Ismael consiguió una vía de escape. Revolvió una de sus piernas y con ella, comenzó a hacer palanca, empujando el cuerpo de su hermana. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, logró que la chica volcase y cayera al suelo.
-¡Aaaah! -gritaba llena de horror mientras caía.
-¡Hostias Caro! -exclamó Ismael petrificado-. ¿Te has hecho daño?
Carolina se hallaba tendida de lado en el suelo. Con algo de esfuerzo, se logró incorporar y su hermano pequeño se fijó en cómo se acariciaba el brazo derecho. Seguramente se lo había lastimado. Eso hizo que Ismael se sintiese mal.
-Eres un imbécil -dijo Carolina furiosa.
Se levantó al mismo tiempo que lo hacía su hermano y sin dudarlo, la chica le asestó un fuerte puñetazo en el hombro izquierdo.
-¡Mierda! -se quejó el chico mientras se ponía una mano en la zona herida-. ¡Tampoco es necesario que me pegues!
-¡Que te den! -espetó la chica y se largó a su habitación.
Ismael se quedó allí, sin saber que decir o hacer, totalmente pasmado ante lo que acababa de ocurrir.

Una noche de fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora