Parte 4

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Se tumbó a lo largo de la cama y rememoró como tuvo lugar. Sus labios pegados contra los suyos, esa lengua traviesa paladeando su interior, esa viscosa y cálida humedad que sentía, el cuerpo de ella tan pegado, esa fragancia que emanaba. Todos esos recuerdos hicieron que una esperable erección creciera en su entrepierna. Ismael sabía que era imperdonable excitarse con su hermana, pero, mientras todo quedase en la íntima imaginación de su mente, no había problema. Ya estaba pensando en la paja que se iba a hacer cuando llamaron a la puerta.

—Isma, ¿puedes abrir? —dijo su hermana.

El chico se puso un poco tenso. No entendía que querría ahora y tenía un presentimiento. No era bueno ni malo, tan solo extraño. Sin darle más vueltas de lo necesario, se levantó y abrió.

Carolina apareció frente a él. Todavía llevaba puesto el vestido azul con el que había salido de fiesta y, aunque se había quitado parte del maquillaje, aún tenía sus labios pintados de rojo. Se la veía esplendida.

—¿Qué quieres? —preguntó algo nervioso el muchacho.

Su hermana caminó hasta colocarse al lado de la cama, donde acabó sentándose. Él se colocó a su lado. Tenía la mirada perdida en cualquier rincón de la habitación, pero sin centrarse en ninguna parte interesante. Era como si lo inspeccionase todo para ver si estaba bien limpio u ordenado. Eso sí, a él no lo había mirado ni una sola vez. Le resultaba raro.

—Oye, ¿qué te pasa?

Al fin, sus ojos verdes se posaron sobre él. Ismael quedó un poco intimidado. Carolina era tan hermosa. Vio cómo se acercó hasta quedar justo enfrente, a tan solo unos centímetros. Lo siguió observando por un momento y, entonces, lo besó.

A Ismael lo pilló por sorpresa esta acción y, de nuevo, quedó perplejo. No hizo nada, tan solo dejó que su hermana lo besase. Esta vez, no fue un morreo tan profundo como el anterior, sino algo más suave. Carolina frotaba sus finos labios y eso le gustó mucho. A veces, percibía como abría la boca, dejando que su cálida lengua intercambiara saliva con él. Estuvieron así, degustando tan hermoso momento, hasta que ella decidió separarse.

El muchacho la miró paralizado. No podía comprender a que había venido ese beso, que razones habían impulsado a su hermana a dárselo. Estaba bastante excitado, pero no podía negar que ese beso lo había dejado muy impactado. No tenían nada que ver con el que le había dado en la discoteca. Ese fue de pega para ahuyentar a los moscones que los estaban acosando. Este, sin embargo, lo había hecho con cariño, con clara intención de expresar su amor.

—¿A qué viene esto? —preguntó algo incómodo.

Carolina quedó callada por un momento, como si no supiera que decirle, pero no tardó en responder. Al hacerlo, Ismael se puso algo tenso. No sabía que le esperaba.

—¿No te prometí que esta noche ibas a perder tu virginidad?

Al oírla, al chico se le erizaron los pelos. No podía ir en serio…

—Sí, pero como puedes ver, no he vuelto con ninguna chica al final —le indicó con claridad.

—¿Como que no? —habló contrariada su hermana— ¿Y yo que soy, rufián?

Aquello no podía ir en serio. Carolina debía de estar tomándole el pelo, aunque tras todo lo que habían pasado lo dudaba bastante. Con todo, no era algo normal. Su hermana jamás se propondría una cosa así, ¿no?

—Caro, te recuerdo que somos de la misma familia —señaló el muchacho en un intento por dejar bien claras las cosas—. Lo que estás proponiendo es simplemente una locura.

Él estaba muy nervioso mientras que su hermana parecía más que tranquila, aunque no se podía negar que se hallaba un poco contrariada.

—Venga ya, no me vengas con esas ahora —dijo la chica con sorna—. Te recuerdo que tú te has pajeado muchas veces pensando en mí.

Se le subieron los colores nada más escucharla. Apartó la mirada de su hermana, a quien se le dibujó una juguetona sonrisa en la cara. A ella siempre se le había dado muy bien poner contra las cuerdas a Ismael.

—Anda, ¿no irás a decirme ahora que no es verdad?

La miró y pudo contemplar lo radiante que estaba. No podía negarlo. Carolina había sido siempre su oscuro objeto de deseo. Siempre había otras chicas con las que fantasear, pero al final, ella era la única que ocupaba su mente por completo. Sin embargo, era su hermana. Para el joven, se trataba de un elemento insalvable.

—Que más dará eso —repuso consternado—. Sigues siendo mi hermana.

De repente, sintió como una mano acariciaba su pierna derecha. Carolina comenzó a acariciarlo con suavidad, lo cual lo puso bastante nervioso. Quería que parase, pero, en el fondo, deseaba que no lo hiciera. Ella, por su parte, se iba aproximando más y más, casi hasta tener sus rostros muy cerca. La notaba muy ansiosa y él también lo estaba.

—¿Es que prefieres que nos sigamos peleando? —le confrontó—. ¿No piensas que a lo mejor podríamos llevarnos de otra manera?

Temblaba desesperado, intentando controlarse, a pesar de que la tentación era tan próxima. Carolina comenzó a darle suaves besitos en la cara. Su aliento lo sentía tan cálido y ella le daba minúsculos piquitos, como tratando de provocarlo. Todo se volvía muy intenso y notaba como su polla se estaba poniendo bien dura, casi con ganas de querer reventar el pantalón. Ya estaba al límite y cuando se fijó en ese par de hermosos ojos verdes que lo miraban de forma intensa. Aquello fue suficiente. Sin pensarlo más tiempo, la besó.

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Voy a actualizar esta noche. Esten pendientes. 😂

Una noche de fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora