Parte 3

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La música sonaba muy fuerte, las estroboscópicas luces de los láseres y focos centelleaban en todas partes y un apestoso olor a sudor y tabaco impregnaba el ambiente. Ismael bebía de su cubata impasible, viendo como la gente a su alrededor no paraba de bailar. Toda apelotonada como si buscasen a posta el contacto entre ellas. No descartaba que en más de un caso, así fuese. Él se hallaba pegado a la barra, de donde no se había separado desde que llegó. Bebió un sorbo del líquido alcoholizado y una expresión de desagrado se dibujó en su cara. Aquel sabor tan desagradable no le gustaba para nada.

No había ni rastro de su hermana. Nada más entrar, Carolina y sus amigas, junto a Ismael, fueron hasta la barra para pedirse algo de beber. Uno vez les sirvieron, las féminas se esfumaron a la velocidad del rayo, dejándolo allí solo. Podría entender esto de parte de las otras chicas, pero Caro se suponía que se quedaría a su lado para ayudarle a ligar. Le había estado comiendo la oreja con ese plan por toda la noche, aunque, al final, temía que no se iba a hacer realidad. Conociéndola, tampoco se extrañaba.

Miró a un lado y a otro, a la espera de encontrarla, pero nada, seguía sin mostrar señales de vida. En un momento dado, creyó ver a una de sus amigas, una tal Daniela, una chica de piel morena con el pelo rizado de color castaño. Parecía entrar en el baño, agarrada de la mano de otra chica. Una certera sospecha voló por su cabeza sobre que con esa chica no tendría tema, aunque tampoco le importaba. Aquella noche, las amigas de su hermana le dejaron bien claro que eran unas cretinas de cuidado. No solo no le hablaron, sino que, durante la cena, no perdieron tiempo en burlarse de él en voz baja. Que si el friki o el virgen, decían entre risas burlonas. Le dolió un poco, pero tampoco le dio demasiada importancia. Que rieran cuanto quisiera, ellas se lo perderían. Pese a todo, él también se lo iba a perder, pues las oportunidades de ligar era nulas, no solo por la ausencia de Carolina, sino porque Ismael no era precisamente muy lanzado.

Mirara donde mirase, se cruzaba con alguna chica preciosa. Podría reunir valor, acercase a ella y hablar. Con un poco de suerte, tal vez lograra llamar su atención y, si jugaba bien sus cartas, tal vez lograra cazarla. Claro que eso solo lo imaginaba en su cabeza. En la realidad, seguía pegado a esa barra, acobardado ante lo que veía. Maldecía el que su hermana, esa que tanto le prometió ligar, se hubiera esfumado sin más. No tenía ni idea de donde podría andar y eso comenzaba a agobiarle. Estaba planteándose seriamente el marcharse a casa, incluso sin ella.

Siguió observando el panorama en aquella discoteca mientras contemplaba si marcharse o no. Fue entonces, cuando notó una fuerte sacudida en el hombro. Ismael se asustó un poco y cuando miró a su derecha, se encontró con su hermana. Al inicio, no se sorprendió demasiado, en cierto modo, esperaba que apareciese de una maldita vez. Iba preguntarle que donde se había metido, pero notó algo raro en su rostro.

—¿Dónde estabas? —dijo al final, ya más preocupado que enojado.

Al inicio, Carolina no contestó, pero por como tenía de pálida su cara, el joven dedujo que algo bueno no pasaba.

—Va…vámonos, anda —fue lo único que se limitó a responder la chica, cogiéndolo del brazo y tirando como una posesa.

Ismael se revolvió un poco hasta que, de repente, vio cual era el motivo por el que su hermana se quería ir con tanta celeridad. Detrás de ella, aparecieron tres tíos con unas malévolas sonrisas que no le gustaron ni un pelo. Se aproximaron hasta casi rodear a Carolina, cosa que lo encabritó bastante.

—Guapa, ¿dónde te habías metido? —preguntó uno de ellos.

—Sí, te habíamos perdidos de vista allí en los baños.

Por sus voces, notó que estaban un poco ebrios, pero aún así, se les veía perfectamente lucidos como para saber lo que hacían. Estaban acosando a una chica. Lo peor, era su propia hermana, cosa que enfureció aún más a Ismael.

Una noche de fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora