Parte 2

15.7K 164 5
                                    

Pasó un rato bien largo desde la pelea que habían tenido, pero Ismael no podía quitárselo de la cabeza. Sentado sobre el sofá, no paraba de darle vueltas al incidente que había protagonizado con Caro. Se sentía fatal por haberle hecho daño y eso que fue ella quien lo empezó todo. Al menos, eso creía.

La relación entre ellos dos nunca había sido muy buena. Siempre andaban peleándose por cualquier tontería y, en más de una ocasión, se habían llegado a lastimar. Cuando Carolina se marchó a estudiar, Ismael se sintió aliviado de que aquellas riñas cesasen, pero al llegar el día que él también tendría que irse del pueblo para hacer la carrera que tanto deseaba, no le quedó más remedio que irse a un piso con su hermana. Aunque, al principio, la convivencia entre los dos fue muy buena, los conflictos no tardaron mucho en resurgir y, de nuevo, volvieron a llevarse como el perro y el gato.

Notando como el silencio lo hacía sentir más incómodo, Ismael percibió como la culpa inundaba su cuerpo. Al final, no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón. Se levantó y fue en dirección al cuarto de su hermana para disculparse.

Frente a la puerta, el chico se detuvo. No tenía ni idea de qué forma iba a reaccionar Carolina si lo veía entrar. Pensó en tocar primero, pero concluyó que, de esa forma, ella se negaría a que pasase. Cuando quería, podía ser muy tozuda. Ante esto, pensó que lo mejor era pasar sin más, pese a que se cabrease. Algo tembloroso, cogió el pomo de la puerta, lo bajó y tiró hacia él para abrirla. Cuando se dispuso a entrar, se quedó en el sitio ante lo que vio.

Delante, tenía a su hermana vuelta de espaldas y tan solo vestida con un mero tanga. Sus ojos fueron de arriba a abajo, incapaz de creer lo que contemplaba. Su espalda era blanca, salpicada por algún que otro lunar y, sobre esta, serpenteaba su largo pelo rizado de color rojo cereza, recogido en una sinuosa coleta. No pudo evitar mirar más abajo y fijarse en el increíble culo de la chica. Con forma de melocotón, estaba apenas cubierto por el simple tanga de color negro, dejando al descubierto sus redondas nalgas.

—¿¡Pero qué coño haces aquí?!

Cuando escuchó aquella pregunta, Ismael se encontró con su hermana mirándolo de refilón. En sus ojos verdes claros, notó cierta sorpresa e ira. No pintaba nada bien.

—Yo…yo…tan solo…vine a disculparme… —se intentó explicar lo mejor que pudo, aunque de poco sirvió.

—¡Maldito pervertido de mierda! —gritó con todas sus fuerzas Carolina.

La chica se volvió hacia su hermano, cubriendo con su mano el escaso pecho que tenía. Se acercó hasta él y, sin dudarlo, le arreó un fuerte puntapié en su rodilla.

—Hostias Caro, ¿¡pero que cojones te pasa?! —dijo aterrado el muchacho.

—¿¡Qué pasa?! —habló ella con mirada asesina—. Que tengo un hermano que, además de hacerme daño, ¡me espía mientras me cambio de ropa! Como si no fuera la primera vez que te pillo mirándome, pedazo de cabrón.

Sentía el punzante dolor en la rodilla, pero lo peor fue que la chica comenzó a empujarle con fuerza. Le sacaba un palmo, así que podía con él. Le dio un fuerte empellón contra la pared que tenía detrás.

—No eres más un gilipollas —le decía la chica—. Estoy harta de ti, siempre causándome problemas. ¡Ojalá no hubieras nacido nunca!

Se encontraba un poco aturdido con todo lo que pasaba, pero cuando escuchó aquellas palabras, su mente se aclaró.

—Eso piensas, ¿que no debería nunca de haber nacido? —Su pregunta no podría sonar más dura y desoladora.

—No has parado de joderme desde el primer día en el que apareciste —sentenció Carolina.

Una noche de fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora