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Hoseok tenía el cabello del color de su madre, el mismo lunar en el labio superior, y parte de su personalidad. Ambos eran berrinchudos cuando algo les iba mal, la señora Hye prefería ahogarse en alcohol mientras Hoseok salía corriendo a buscarme para llorar en frente mío tratando de explicar lo que había pasado.

"¡Y, y Jimin dijo que no iba a prestarme su pelota!" Solté un suspiro de cansancio girando para prestarle atención ahora que se notaba más calmado y no titubeaba tanto.

"Le dijiste que estaba gordo, Hoseok." Su entrecejo se arrugo y su boca recuperó el puchero. A este niño no le gustaba que le dijeran las cosas que hacía mal, pero yo siempre le decía. "¿Cómo esperas que juegue contigo cuando hablas de su apariencia física?"

Se quedó callado por varios minutos y lo tomé como que había entendido. Regresé a mi computadora y continué haciendo mi tarea. Aún escuchaba sus sollozos pero sabía que estaba fingiendo la mayoría de ellos, era su manera de buscar atención. Su tonta madre le enseñaba todas esas cosas sin intentarlo y Hoseok las aprendía. Volví mi rostro a él.

"¿Qué quieres?" Si él quería atención, entonces yo se la daría.

"¿Juegas conmigo, hyung?" Porque sabía lo que era ser ignorado, y el sólo pensar que Hoseok podría vivir lo que yo, me molestaba.

Tomé mi balón de baloncesto y le di un pasé rápido que apenas logró atrapar. "Si vuelves a perder contra mi no jugaré conmigo nunca más."

"¡La última vez estuve cerca de ganarte!"

"Cerca o perder, es lo mismo."

Never grow up.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora