Cuando pude volver a ver con claridad, un coche de época doblaba la esquina y yo me encontraba arrodillada en la acera temblando del susto.
Había algo que no encajaba en la calle, algo diferente a su aspecto actual. En los últimos segundos, todo había cambiado. En lugar de llover, en esos momentos, soplaba un viento helado, y era mucho más oscuro que antes, casi de noche. El magnolio no tenía flores ni hojas. Ni siquiera estaba segura de que fuera un magnolio. Las puntas de la verja que lo rodeaba estaban pintadas de dorado. Habría jurado que el día anterior aún eran negras. De nuevo un coche de época dobló la esquina. Era un vehículo extraño, con ruedas altas y radios claros. Miré a lo largo de la acera. Los charcos habían desaparecido. Y las señales de circulación. En cambio, el pavimento estaba deformado y abombado, y las farolas tenían un aspecto distinto, su luz amarillenta alcanzaba hasta el siguiente portal.
Tenía un mal presentimiento, pero no estaba dispuesta a reconocerlo. De modo que respiré hondo y luego volví a mirar alrededor, esta vez más a fondo. Bien, en realidad, no habían cambiado tantas cosas. La mayoría de las casas tenían el mismo aspecto de siempre. Aunque, al fondo, la tienda donde mamá compraba siempre aquellas deliciosas galletas Prince of Walles había desaparecido, y en la esquina había una casa con unas macizas columnas en la parte delantera que nunca había visto. Un hombre con sombrero y un abrigo negro me dirigió una mirada ligeramente irritada y siguió adelante sin decir nada y sin siquiera ayudarme. Me levanté y me sacude la suciedad de las rodillas.
El mal presagio se convirtió lenta pero inexorablemente en una terrible certidumbre.
¿A quién quería engañar?
No había ido a parar casualmente a una carrera de coches antiguos, ni el magnolio había perdido sus hojas de repente. Y aunque hubiera dado cualquier cosa para que en ese momento apareciera Nicole Kidman, por desgracia, aquello tampoco era un escenario de una película de Henry James.
Sabía perfectamente lo que había ocurrido. Sencillamente, lo sabía. Y también sabía que tenía que haber algún fallo. Había aterrizado en otra época.
No Charlotte, si no yo. Alguien había cometido un grave error.
De repente empezaron a castañearme los dientes. No solo de la excitación, sino también del frio. Estaba helada.
Las palabras de Charlotte resonaron de nuevo en mis oídos. "Cuando llegue el momento, sabré lo que tengo que hacer». Claro, Charlotte sabe lo que tenía que hacer, pero a mí nadie me había explicado nada. De modo que me queda plantada en un rincón de la calle temblando y observando cómo la gente que pasaba me miraba boquiabierta, aunque, a decir verdad, no era mucha. Una mujer joven que llevaba un abrigo que le llegaba a los tobillos y una cesta al brazo se acercaba seguida por un hombre con sombrero y el cuello subido.
—Perdone —dije—, ¿le importaría decirme en qué año estamos?
La mujer hizo como si no me hubiera oído y aceleró el paso, el hombre sacudió la cabeza. —Que desvergüenza—. Lancé un suspiro. De todos modos, la información tampoco me habría servido de mucho. En el fondo importaba poco que nos encontramos en el año 1899 o en el 1923.
Pero al menos sabía dónde estaba. Vivía apenas cien metros de aquí. Lo mas sencillo era ir a casa. Algo tenía que hacer, ¿no?
A la luz del crepúsculo, la calle tenía un aspecto pacífico y tranquilo mientras volvía despacio hacia casa mirando en todas direcciones. ¿Qué era distinto? ¿Qué era igual?, incluso observándolos más de cerca, los edificios se parecían mucho a los de mi época, pero al mismo tiempo tenía la sensación de que había muchos detalles que veía por primera vez; aunque también podría haber sido que no me hubiera fijado mucho en ellos. Instintivamente lancé una ojeada al otro lado de la calle, al número18; pero la entrada estaba vacía, no había ningún hombre de negro a la vista.
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Rubí
Teen FictionSinopsis: El concepto de «chica normal»no aplica para Gwendolyn Sheperd, por mucho que ella intente llevar una vida de adolescente corriente y moliente. Y no aplica porque no es fácil mantener la ficción de normalidad cuando vives en una imponente m...