Capítulo 3: Refugio

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La inmensidad del bosque pronto se acrecentó a medida que Qereth y Arthur se acercaban a él. La arboleda de un extremo a otro del continente, separando el reino en el que los humanos habían quedado destinados luego del derrumbe y el resto de reinos, siendo Nohara, el reino Yung Pi, el más cercano a dicho bosque. Al llegar a la entrada del inmenso arbolado, el chico notó que los árboles eran de una edad muy antigua, sus troncos denotaban vejez y a su vez una fortaleza inmune a los recientes sucesos que parecían haberlo destruido todo. Las explosiones no alcanzaron el Arbaro de Labirinto, o más bien se detuvieron al llegar a este. Sea como sea, parecía un lugar de paz, con secretos antiguos más remotos que las razas mismas. Quiso seguir observando aquella entrada y sus interiores por horas, había algo hipnótico en esos árboles, pero de repente una debilidad se apoderó del cuerpo de Arthur. Sintió nauseas y como se enfriaba su piel, su visión comenzó a nublarse y pronto los sonidos de la noche solo fueron ecos lejanos casi imperceptibles. Y luego todo se volvió negro gradualmente mientras el joven veía como caía al suelo, mientras el gato se daba la vuelta y trataba de atraparlo antes de que llegara a la fría tierra. Sintió un leve golpe de su rostro contra el terreno, y acto seguido dejo de escuchar, sentir o ver.

Resplandores solares ingresaban hacia la vista ahora cerrada de Arthur, causándole una leve molestia que le hizo intentar abrir los ojos. Sentía los párpados cansados, como si los tuviera pegados, y luego de varios intentos infructuosos, logró abrirlos lentamente y con mucha dificultad. Su cuerpo se sentía más cómodo de lo que había estado en mucho tiempo, y con mucha razón porque al recuperar su visión, observó que se encontraba sobre una cama de paja, con espaldares y esqueleto de madera. Dicha yacija se encontraba dentro de una sala de piedra tallada, con ventanales de colores, algunos destruidos y otros intactos. El techo era de una altura bastante elevada y de vez en cuando podía observarse telarañas y lo que parecía ser musgo en sus esquinas. Arthur siguió observando la gigantesca habitación, haciendo que el cobertizo donde vivió los últimos 5 años fuera no más que un cajón o ataúd en tamaño comparado. Su cama no era la única, ambos lados tenían una fila de 5 o 6 literas cada lado, y en su frente se encontraba una hilera más de dichos lechos. El chico observó todo lo que pudo, e intentó levantarse solo para que la sensación de debilidad volviese y su cuerpo comenzara a temblar, para luego desplomarse nuevamente en la cama, volviendo a oscurecer su vista. Mientras pasaban los días, Arthur solo estaba consciente unos minutos para poder ingerir algo de comida y bebida, pero solo lograba entender eso, no sabía ni entendía quienes eran los que le daban dicho alimento, ni que era ese lugar donde se encontraba, siempre con su vista borrosa y pudiendo ver lo justo y necesario. Al cabo de que este proceso se repitiese varias veces, el chico pudo abrir los ojos con más facilidad luego de unos días, y esta vez logró erguir la espalda y sentarse en su cama, apoyando los pies descalzos en la roca fría que había como suelo. Intento recordar como es que había llegado a ese lugar, o quienes eran las personas que lo habían estado despertando para alimentarlo, pero sus pensamientos no se extendieron por mucho tiempo, ya que levanto la vista al escuchar entrar a alguien a la sala. Su porte era de la nobleza, y aun así sabia que era alguien con quien no podía bromear. Sus sentidos recién despertados lo inhibían, pero claramente pudo identificar una raza que no era la suya. Sus ojos verdes y con pupilas verticales juzgaban al chico aunque jamás se hubiesen conocido, y su robusta complexión reptiliana antropomórfica sumada a su armadura de algún metal que Arthur no podía identificar otorgaban a la criatura un aspecto amenazador.

-Bienvenido al mundo de vuelta, humano. Ya empezábamos a creer que no despertarías esta vez- dijo la criatura con una voz femenina pero ronca, casi siseando entre palabras. Arthur se quedo observando a la Kirk'e por más tiempo del que creyó, habían pasado años desde la ultima vez que había visto a alguien de su raza, y los recuerdos que tenía de ellos no eran buenos. Sin embargo, el chico solo se limito a preguntar lo básico.

Aezerune: La Voluntad de los RechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora