Capítulo 4: Pérdidas

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Al ingresar de vuelta al gran salón, Arthur pudo ver el mismo panorama que había observado con anterioridad, pero con ojos más fríos y distantes. Ya no veía muchas criaturas y personas con las cuales relacionarse, sino pequeños grupos de diferentes razas que charlaban entre sí, algunos sonriendo incluso, intercambiando conversaciones, y otros acompañados de lo que parecían ser amigos o familia, recordando como el lo había perdido todo. Era un pensamiento egoísta y que sería perjudicial para el joven, eso lo sabía, pero no podía evitar crear esas ideas en su mente, anhelando tener a alguien con quien compartir momentos de esa forma.

A lo lejos, entre medio de la multitud, creyó divisar a una niña pequeña, con un vestido azul marino y cabellos negro azabache como los suyos. Sus ojos se humedecieron, y cuando se los froto rápidamente la niña desapareció, como si de un espejismo se tratara, lo cual seguramente era, un espejismo de su hermana Angelique. El chico apretó los puños, mientras se secaba sus ojos《 Si con suerte en el transcurso de 15 años pude conseguir una familia que me detestaba, una hermana mejor que la mayoría de las personas existentes en el mundo y solo un amigo, y este último se acercó a mí solo porque nos arrojaban al mismo montón de lodo, ahora con 20 años no pienso sufrir el mismo calvario. 》se dijo a si mismo Arthur, agachando la cabeza mientras recorría la sala cabizbajo, tratando de no mirar a nadie a su alrededor más que de reojo.

Al observar de esa manera, pudo ver como un grupo de humanos dirigidos por un joven moreno se acercaban a él. El chico desvió la mirada hacia el lado contrario de donde ellos se encontraban, y enfiló hacia una de las puertas protegidas por los Kirk'e. No se sentía de humor para socializar en esos momentos, ni siquiera después de todo el tiempo que rezó por encontrar otro humano o criatura pensante.

Cuando llegó a dichas puertas, el joven de cabello oscuro creyó que los lagartos no le dejarían pasar, pero luego de que ambos lo observaran de pies a cabeza de forma sospechosa, como si fuese un criminal que acababa de cumplir su sentencia, ambos guardias abrieron los portones de madera crujiente, y dieron paso a un pasillo no diferente por el cual había venido, que giraba con un recodo a la derecha. El chico avanzo luego de unos segundos, siendo su camino iluminado por antorchas y con las paredes y esquinas recubiertas en musgo, como todo el castillo en general. No tenía un destino en particular, él simplemente decidió recorrer la estructura y observar que otros lugares le deparaban en su vida allí, y con suerte no se quedaría estupefacto la próxima vez que alguien le mostrase una nueva habitación. En su camino, se encontró con lo que parecían ser dormitorios, repartidos en varias salas y con bolsas de tela y pieles antiguas utilizadas como lugares para dormir. Los que manejaban los recursos debieron dejar las camas para los enfermos, concluyo Arthur, para luego seguir su camino. Luego de encontrar diversos salones sin amueblar, habitado solamente por viejas arañas en el techo, el chico llegó a una vieja sala repleta de ropajes y vestimentas desgastadas o destruidas en el suelo.

La pila de vestuarios alcanzaba la cintura del joven, y al ser más alto que la mayoría, eso era decir algo. Su vista se fijo en el gran armario que se encontraba en una esquina de la habitación, con sus puertas entre abiertas, y sus detalles antiguos que se asemejaban a los candelabros y puertas repartidos por el castillo. Avanzo hacia dicho armatoste, y al terminar de abrir sus puertas se encontró con unas vestiduras de lana de color verdoso, junto con otra prenda de color marrón grisáceo, a la que separo de la primera. Al examinarlas descubrió que el segundo se trataba de un antiguo pantalón, remendado pero en buen estado general, y lo primero una camisola de lana teñida, intacta y sin ningún agujero. Arthur se preguntó porque dejarían esa ropa en buen estado allí, y entonces se miró a si mismo, recordando que llevaba la misma vestimenta gastada, sucia y agujereada que los últimos 5 años.《 Supongo que debo agradecer porque respetaron mi privacidad y no me desvistieron 》se dijo a si mismo el chico, y acto seguido cambió su ropa por la recién encontrada, vestimenta que le quedaba media o una talla más grande, pero no se preocupaba, eso era mejor que su ropa interior de lino dejándose ver por los agujeros de sus antiguos ropajes. Luego de un último vistazo a la habitación, el chico de ojos claros se dirigió hacia la salida, continuando su camino por el pasillo que había recorrido con anterioridad.

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2019 ⏰

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Aezerune: La Voluntad de los RechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora