Y pensar que buscaba la luna para ver tus ojos.
Susurraba a la brisa, esperando que arrastrara mis versos hasta tu oído. Yo te quise bien, y bien lo sabes. Cuántas de estas noches compartimos, recostados en el césped cobijados con estrellas. Contabas los astros con mirada inocente, mientras que yo tenía en tus ojos toda la luz que me faltaba.
Fuiste lo que nunca creí merecer, un alma nívea, dispersora de congojas, cuna de sonrisas. Y hoy, siendo un miércoles lejano, sigo dudando que haya sido real. Veo en los viejos besos una ilusión fugaz, un descanso para el alma con hastío, una breve centelleada en el cielo nocturno. Me quisiste bien, y bien lo supe.
Mi amor no pudo guardarte. Volamos cada uno lejos rumbo a nuestro propio horizonte, dando las gracias, un último abrazo y yendo a dormir. Las cartas de antaño hoy son letra muerta. Todo verso de amor ha quedado seco, insulso, ante la inmensidad del tiempo. Cada palabra de amor dirigida a tu persona hoy flota en el viento junto a los otros amores, los de los amantes pasajeros, los que llegamos, sentimos, pero no debíamos quedarnos.
Dentro de la vida áspera que me regala el mundo, sigo pensando que me quisiste bien, y bien pudiste ser un sueño. Aún en veces, siento que voy a despertar en la alcoba que no olía a ti, cobijado por la sábana que no olía a ti, y me daré cuenta de que nunca exististe. Y me pararé con pesadumbre camino a la escuela, esperando encontrar en otra mirada el amor que me regalaste entre sueños.
