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   Dos días después de que llegara a aquel sitio en donde compartí con esta familia, notaba que ya mis sentidos estaban de nuevo en sí, mis alas ya no pesaban no se sentían maltratadas, me había recuperado completamente, por lo que me sentí en completa libertar de alzar el vuelo en busca de respuestas, pero antes de partir estas personas se despedían de mi con gran admiración y amor, cada uno de ellos me dio algo que atesoraría con mucho cariño hasta el día de hoy, Fariha quien era la esposa de este buen hombre, me dio una bolsa arrebozaste de comida para que no sufriera hambre en mi camino, luego Alim aquel gentil hombre que me llevo a su casa me alimento y me dio las fuerzas que necesitaba, me otorgo una cantimplora repleta de agua, finalmente la pequeña niña que recibía el nombre de Nahib me dio un brazalete el cual lo convertí en pendiente y llevo hasta el día de hoy en mi oreja izquierda, también junto con ese bello obsequio me dijo que siempre encontraría un hogar con ellos y que si quería volver siempre me estarían esperando en el mismo lugar, no sentía nada más que gratitud hacia esta gente, gente bondadosa y de buen corazón, gente que por lo que vi profesa la fe mas que la religión, lo cual por lo menos para mí me agrada más que el hecho de tener millones de fieles siguiendo firmemente normas y leyes impuestas por ellos mismos, como sea, ya se hacía tarde el sol se entibiaba y pasaba de medio cielo y entonces una vez alzado el vuelo mire hacia atrás despidiéndome de estar personas alzando y moviendo la mano, teniendo siempre el presentimiento de que tarde o temprano los volvería ver.

   Seguía y seguía subiendo, agitando mis alas planeando por sobre las suaves y húmedas nubes, volé hacia el norte pero no encontraba nada, comencé a desesperarme, se supone que el paraíso está en todas partes pero hay puntos en donde la línea que separa a estos dos mundos es más difusa, uno de estos puntos estaba cerca de donde me encontraba específicamente sobre el cielo de Ankara, Turquía, pero aun así seguía sin encontrarme con siluetas familiares, sobre los cielos solo encontraba nubes grises, pero aun así seguí buscando hacia el noroeste sin perder la esperanza, Bulgaria, Grecia, Rumania, Hungría, seguía sin encontrar rastros celestial, por días busque sin tener resultados positivos, hasta que el sentido común me trajo a Roma, Italia, la fe ahí es más grande que en cualquier otro sitio, pero aun así no veía las rejas doradas que separaban el mundo mortal del cielo, entonces me detuve por un momento y mire hacia abajo, al parecer corría el año 1803 a principios del siglo XIX, y en medio de la Italia de la primera revolución industrial no encontré más remedio que entremezclarme con las personas, entendí que si no podía vivir como un ángel quizá debía cesar mis acciones y ver el mundo más de cerca, y así lo hice por más de 30 años camine por Europa como un adolecente, no llamaba mucho la atención, supe adaptarme a las necesidades corrientes de cualquier persona, trabaje en muchas partes pero por poco tiempo en cada una de ellas, pasaba más tiempo viajando de lo que me quedaba en una ciudad, así mi vida prosperaba y se tornaba a veces como una que me agradaba y me hacía olvidar por ratos que tenía que volver a esa pálidas planicies carentes de verde o de gris, fui asimilando las cosas pero aun así se hacía notar un vacío dentro de mí, un hecho pendiente, algo que tenía que solucionar, no podía darme la libertad de bajar los brazos y aceptar que lo que estaba viviendo quizá lo viviría por el resto de mi existencia, así de nuevo comencé a buscar información por los medios que pudiera, me acerque a la iglesia por varios años hasta que tuve acceso a su biblioteca más grande la del vaticano, pero su burocracia me hizo perder la paciencia, la poca información que pude recolectar me encamino hacia la Gran Bretaña, pero también junto con toda esa información tenía un presentimiento de que ya sabía desde antes hacia donde tenía que dirigirme, tenía la leve sensación, una corazonada, una que se sentía muy familiar, y por eso mismo, quizá la familia me estaba esperando ahí, de este modo al amanecer partí, el viaje duro semanas, la primavera ya hacia presente y los verdes prados europeos era muy hermoso como para no contemplarlos, las noches claras y silentes cubiertas de un cielo lleno de estrellas hacían más agradable y llevadera la travesía, a paso lento en carreta o cabalgando, como fuera me acercaba más hacia mi destino, y una vez cuando llegue a Bélgica en el puerto de Ostende, antes de abordar el barco que me llevaría hacia el puerto de Ramsgate, Inglaterra. Una persona comenzó a seguirme muy de cerca, era un hombre de mediana edad no aparentaba más de 40 años, alto, de claro semblante, con una barba que le tapaba casi la mitad de la cara, de elegante vestimenta con una bufanda a cuadros gris y café, un sombrero de copa redondeada y unas espesa gafas que no dejaban ver sus ojos, una vez que aborde el barco me dirigía hacia la proa en donde podía contemplar tranquilamente hacia altamar, y en medio del ruido que hacía el barco en donde cortaba el tenue oleaje matutino, escuche a mi derecha una voz firme, clara y familiar, que dejo casi el paisaje en silencio cuando me pregunto – Lehahiah, veo que ya no reconoces a tus hermanos, ni siquiera a los que siempre han sido buenos contigo.

El CaídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora