Veinte

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Tengo sed y tengo hambre, han pasado varias horas, incluso puedo decir que un día completo desde que estoy encerrada aquí.

Los gritos suelen hacerse más insoportables conforme pasa el tiempo, las ganas de llorar parecen ganarme, pero no debo dejar que eso me gane, tengo que ser fuerte, tengo que confiar en los chicos.

─Pierde la esperanza ya niña, nadie vendrá por nosotras ─ volteo a ver a la señora con la que había hablado, pensé que estaba dormida, pues había permanecido con los ojos cerrados por un buen tiempo.─Moriremos aquí, olvidadas, ya sea por inanición o por el mismo virus ─

Muerdo mi labio y abrazo un poco más mis piernas, estoy aguantando las ganas de sucumbir ante la desesperación, y las palabras de esa señora, no me ayudan.

─Mis amigos vendrán, ellos no me dejarán aquí ─ susurró.

─Tienes que aceptarlo, hoy en día, las personas se han hecho más egoístas, solo piensan en ellos primero, su supervivencia es primero ─

─Ellos no son así ─ comento con algo de molestia.

La señora suelta una risilla sarcástica, la cual suena muy débil, puedo ver que incluso se ha puesto más pálida de lo que ya estaba cuando desperté en este lugar. Si ella muere, seré la última en quedar viva en esta jaula, es eso o que reviva como un zombie.

─Quisiera ver por última vez a mis hijos... ─ la escucho decir, su voz parece apagarse con cada segundo. ─ ¿Estarán comiendo bien? ¿Tendrán frío? ¿Se han cepillado sus dientes? Puede sonar tonto pero... supongo que son preocupaciones de madres ─ sonríe un poco, su sonrisa se ve tan cansada, tan forzada.

─Seguro que están bien, se que están a salvo en algún lugar de Busan ─

La mujer asiente despacio, la verdad es que no se nada de sus hijos, no sé ni quienes son, pero la pobre mujer parece necesitar esas palabras. Hay un silencio que se prolonga por algunos minutos, donde sólo escondo mi rostro en mis rodillas. Los gritos de fondos pidiendo ayuda o quejándose de dolor, es lo único que llena el silencio.

─Espero que tus amigos de verdad vengan por ti ─ escucho que susurra la señora.

Levanto mi cabeza y la veo, sus ojos están cerrados, y ese dolor que había estado en su rostro, había desaparecido, ahora solo se podía ver la calma en ella.

─¿Señora? ─ la llamo. Pero no obtengo respuesta.

Me acerco a ella con lentitud, la muevo un poco mientras la llamo, pero no obtengo respuesta, pongo mi oído en su pecho y trato de escuchar su corazón, el cual no late más. Y entonces, todo el esfuerzo que hice para no sucumbir ante la desesperación se fue a la basura, empieza llorar y a pedir auxilio. Pero nadie viene viene en mi ayuda.

La mujer ha muerto y yo he quedado sola en esta jaula, ¿cuánto tiempo me queda a mí para morir también? ¿Moriré olvidada y sola, como lo hizo ella?

─¡Auxilio! ¡Saquenme de aquí! ─ mi voz era opacada por los gritos de las demás personas, pero no quería darme por vencida, quería salir de aquí.

A mis espaldas, escucho un gruñido bajo. Volteo lentamente la cabeza, todo pasa en cámara lenta, tan tortuoso. La mujer es quien emite ese gruñido.

─¿Señora? ─ le hablo, pero solo se limita a gruñir. ─¡Mierda! ─ suelto cuando veo como se empieza a levantar, su mirada perdida, esa rigidez en su cuerpo, la mujer era un zombi.

Estoy encerrada en esta jaula con un zombi y varios cuerpos putrefacto. Mi corazón empieza a latir muy rápido, no tengo a donde ir, tampoco tengo algo con que defenderme, estoy totalmente indefensa.

Virus↬바이러스 《ℐeon ℐungkook》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora