015. Los dos no podemos matarlo a golpes

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Cinco despertó muy confundido, encontrando a Ocho algo enojada y triste. Le parecía extraño, sin embargo no le preguntó si estaba bien.

Le pelirroja se sentó al lado de Cinco, suspirando pesadamente. Le dolía la cabeza y sentir las emociones de todos en ella le agotaba bastante.

—Sé que te dije que te íbamos a contar todo, pero Cinco puede contarte todo a detalle, yo te contaría todo a medias, porque no sé mucho que digamos —empezó Ocho.

Cinco y Luther asintieron, mientras que Ocho miró de reojo a Cinco, dándole a entender que debía empezar a contar la historia.

Ocho notó que Cinco evitaba hablar de ellos, de su relación, de como se enamoraron, de lo extraña que fue su primera cita, su primer beso, sobre cómo él sentía tanto amor por ella a tal punto de abandonarla, sobre cómo sus ojos sonreían al verla, sobre lo mucho que le encantaba su cabello. Lo evitó todo, y Ocho sintió como su corazón se agrietaba cada vez más a causa de la misma persona.

Lo peor era que Cinco le compensó todo ese sufrimiento con más sufrimiento. Pensando que dejarle un pedazo de plástico como "compañía" la iba a hacer sentir mejor. Pero no importó después porque ella se desquitó con Dolores como si hubiera un mañana.

Ocho se levantó de la cama y caminó por la habitación, viendo algunas fotos de una muchacha morena. La pelirroja solo sonrió levemente y siguió viendo las pocas fotografías que adornaban una pequeña estantería. Ocho miró el suelo con el celo fruncido al sentir genuina ira, miró hacia la puerta de la habitación y entonces entró Diego.

—Luther, ten cuidado con Cinco —pidió Ocho en cuanto vio cómo Diego se acercaba peligrosamente hacia Cinco. Entonces decidió impedirle el paso a su hermano.

—¡Muévete! No lo protejas, hizo que asesinaran a mi amiga, ¡Todo es su culpa! —atacó.

—Diego cálmate, sé que no estás bien, puedo sentirlo, y mejor que nadie, créeme. Puedes hablar conmigo, puedo ayudarte. Tampoco estoy bien, y me sentiría mejor si me dejas ayudarte, porque..., —hizo una pausa— a final de cuentas no puedes ayudar alguien que no quiere ser ayudado.

Diego suspiró y asintió, lo que hizo que Ocho sintiera que un peso cayera de su espalda.

—Los veo en la academia —dijo Ocho a Luther y a Cinco, quienes se fueron en silencio, luego, Diego y ella se sentaron uno al lado del otro.

—Debes seguir adelante, sé que duele, sé que no es fácil. Pero puedes hacer que ella esté orgullosa de ti. Puedes vengarla y empezar a hacer algo que a ella le gustaría que hicieras. Podemos hacerlo juntos, o si quieres hacerlo solo, esta bien, pero que sepas que estaré aquí para apoyarte en lo que decidas.

—No pensé que fueras tan increíble anciana —dijo Diego, la miró y luego la abrazó, lo que hizo que ella se diera cuenta de lo mucho que necesitaba un abrazo.

—No estoy tan vieja —respondió a lo que ambos rieron mientras se separaban—. Tengo que arreglar algo, tengo que irme, así que búscame si me necesitas, ¿bien?

—Claro Ocho —ella se puso de pie.

—Me llamo Raven. —dijo con una sonrisa pequeña. Diego sonrió; ella nunca le había dicho su nombre.



.•*:。




Cuando Ocho llegó a la academia esperaba poder estar sola, pero, una significativa voz la llamó, y entonces pensó que debía acabar con toda la desgracia que estaba viviendo.

—¿Ocho? —escuchó que la llamó de nuevo, la pelirroja sabía que debía hablar con él, y probablemente las cosas no iban a salir bien. Pero ella merecía ser feliz, y parecía que el ojiverde no estaba en aquella lista que implantó en su mente, o eso pensaba.

love hurts | five hargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora