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La primera semana pasó lenta como una tortuga.

Encaraba los últimos días con ansiedad.

Con demasiada diría yo.

Estas semanas nos hemos visto relativamente poco.

Le echaba tantísimo de menos.

Hablar vía Skype y por teléfono no me bastaba.

En una de esas llamadas por teléfono me puse a llorar al oír su voz.

Descolgué el móvil.

L-¡Cariño!
S-Hola,nena,¡que efusividad!
L-¿Qué tal?
S-Muy bien,te echo de menos,¿y tú?
L-Bien,desayunando antes de ir a recoger los complementos de la boda,también te echo mucho de menos.
S-Nos vemos en unos días.
L-Lo sé.

Y en ese momento rompí a llorar.

S-Nena,no llores.
L-Ha sido imposible no hacerlo.
S-Ha sido por la emoción de hablar conmigo.
L-Sí,todo el mundo no deja de hablar de ti.
S-Es normal,llevas sin verme unas semanas.
L-Les digo que todo va bien y que no pasa nada.
S-Nena,te dejo,voy a la ducha,que tengo una entrevista en la radio,te quiero,adiós.
L-Te quiero,adiós.

Dejé el móvil en la mesilla y me fui a preparar algo para comer.

Ya estaba más tranquila después de haber recibido la llamada de mi marido.

Oír su voz me tranquilizaba mucho en estos momentos de gran estrés.

Después de hacer la comida me fui a la tienda para recoger mi pedido.

En la vuelta me pasé a tomar un batido.

Necesitaba dulce para calmar mis nervios.

No podía quejarme en absoluto de que me estaba sentado muy bien ese batido.

Aunque por dentro me comía el remordimiento más brutal del mundo.

*La fuerza del Corazón*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora