Capítulo 1

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1 de julio de 2009

Me había mudado a Colinas del Valle un par de semanas atrás. Recibí una propuesta de trabajo en el colegio de la zona como profesora de historia, con una increíble paga y acepté sin dudar. Y no estaba tan mal, el departamento era bastante acogedor. Había sido el hogar de mi papá cuando la fábrica donde trabajaba había decidido abrir una sucursal en aquel lugar años atrás, cuando aún yo estaba en la universidad.

Pensar en la universidad me producía una inentendible ansiedad, pues mis recuerdos eran bastante vagos. De hecho, tenía muy mala memoria. No recordaba haber tenido muchos amigos durante mis años de estudiante y cuando casualmente alguien me saludaba, yo no lo reconocía. Jamás hubiese imaginado que mi padre, o el hombre que creía era mi padre, borraba mis recuerdos constantemente y los sustituía por otros que no eran míos.

Ese día fue crucial para lo que vino después. Nikolae Freeman, uno de mis alumnos de la primera hora, había desayunado un par de huevos que estaban empezando a descomponerse. Su rostro me había mirado con bastante suplicio durante toda la clase, pero pensé que podía estar odiando mi asignatura en silencio.

Al sonar el timbre de la clase, todos salieron apresurados, excepto Nikolae. Tenía un semblante terrible, así que decidí acercarme a él para preguntarle qué le pasaba. Su respuesta fue contundente y demostrativa. Su vómito ensució gran parte de mi falda color verde militar y el olor me produjo arcadas. De inmediato llamé a la enfermera y yo corrí al baño de profesores. Para mi mala suerte, nadie tenía una muda de ropa y en mi bolso, solo tenía un pantalón de licra que usaba para ir al gimnasio. De mala gana lo usé, sin embargo, tuve que solicitar un permiso para ir hasta mi apartamento y cambiarme.

Quizás fue la misma energía que Thomas Hendrikx intentaba destruir, la que permitió que todo aquello pasara de esa forma.

Al llegar a mi apartamento, era un caos. Era peor que un caos.

—Disculpe, señorita Hendrikx, intentamos llamarla pero nunca contestó —dijo el conserje apenado—, el plomero dijo que la tubería del baño, que pasa por la habitación principal, se rompió. Inundó toda su habitación, dañó las paredes, su ropa, ya estamos resolviéndolo.

—No puede ser —suspiré buscando el teléfono en mi bolso.

—Mis disculpas, las tuberías habían sido reparadas hace poco tiempo, solucionaremos enseguida —dijo el hombre que parecía bastante apenado—. Puede quedarse en el apartamento de arriba. El Sr. Thomas pagó todo un año de arrendamiento antes de irse.

En ese momento lo miré.

—¿Pagó otro apartamento? —pregunté confundida— ¿Por qué?

—No tengo idea —rió nervioso.

—Está bien, gracias —dije sin salir de mi confusión—. ¿Tiene la llave? —pregunté.

—Sí, claro, en un momento se la traigo.

Me di la vuelta y miré con pesadez el apartamento inundado. Decidí que era un buen momento para una copa de vino, aunque apenas eran las nueve de la mañana, ya mi cuerpo parecía haber tenido un día agotador. Recogí algunos productos de higiene, comida, vino y esperé al conserje para que me ayudara a subir lo necesario.

El apartamento lucía bastante espacioso porque no había nada en él, más que un montón de cajas llenas de polvo en una esquina.

—Creo que quizás lo usaba como un depósito —dijo el conserje—, en menos de una semana podrá volver a su departamento, señorita. —Me ofreció una sonrisa amable y salió.

La luz de la mañana entraba radiante a través de las ventanas. Me serví una copa de vino mientras me quitaba los zapatos y recorrí el lugar verificando que todo estuviera en orden. La cocina parecía no haberse usado nunca, la habitación principal solo tenía una cama desnuda y la segunda habitación estaba vacía.

EXPERIMENTO GEMINI - Proyecto 214Donde viven las historias. Descúbrelo ahora