Capítulo 3

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—Creo que la noche ha dado un giro inesperado para mí —susurró cuando entramos al ascensor.

Cerró los ojos y suspiró. Yo simplemente no podía dejar de mirarla.

—¿Estás bien? —pregunté.

Ella negó con la cabeza haciendo un gesto de dolor.

—No asistí a mi acto de graduación. Mi antigua casa se incendió, yo estaba adentro. Estuve inconsciente un par de días —dijo dándose cuenta de que en realidad si podía estar formando parte de todo el asunto—, mi mamá me dijo que todas mis cosas se perdieron en el incendio. Nos tuvimos que mudar. Sentía que algo faltaba, como un rompecabezas al que le falta una pieza. Y cuando empecé a soñar con esta chica —explicó señalándome—, idéntica a ti. Empecé a sentirme mejor.

—De verdad me cuesta creer que nuestros padres estén haciendo algo así. No puedo creerlo, la verdad. No puedo asimilarlo. Por eso quiero ir a la universidad, quiero asegurarme de que todo es un mal chiste, que nada es verdad.

—¿Aunque todo indique lo contrario? —dijo pero yo no le respondí.

Llegamos a la habitación y ella notó el grueso libro sobre la cama. Lo abrió justo donde estaba el marca libros y leyó con atención.

—Vaya —dijo con sorpresa—, ¿crees que hayamos tenido una relación y por eso nos separaron? —preguntó.

—No lo creo. La carta habla sobre eso —mencioné.

—¿Crees que sepan que estamos juntas?

—Tal vez —suspiré de cansancio—, esta mañana tuve un incidente en mi trabajo y tuve que regresar a mi apartamento. Si no voy mañana a trabajar, puede que llamen a... —Analicé mis palabras. —Thomas.

—¿Tu papá? —dijo ella.

—Ya no sé ni quién es ese hombre. Nunca me habló de un accidente, ni me dijo que estuve en coma. De hecho, creo que los pocos recuerdos que tengo son falsos, imprecisos. Me siento vacía, como si me hubiese quitado toda la felicidad y hasta ahora estoy notándolo. —Me senté sobre la alfombra, al borde de la cama y recosté mi espalda.

Ella se sentó a mi lado y acarició mi mano. La electricidad recorrió mi brazo entero, hasta el hombro. Ella retiró su mano de inmediato, tal vez sintiendo lo mismo.

—¿Puedo dormir esta noche aquí?

—Claro. —Se recostó sobre mi hombro y nos quedamos así por un largo rato.

A la mañana siguiente, Angeline y yo nos pusimos en marcha hacia la universidad. Parecía bastante nerviosa, igual que yo. Por esa razón, ninguna le dirigió la palabra a la otra, hasta que llegamos a nuestro destino.

El golpe de migraña que me causó ver aquel edificio fue intenso.

—¿Qué te pasa, Isabelle? —preguntó mientras me sostenía por los hombros— ¿Estás bien?

Sombras de colores pasaban por mi mente, imágenes, recuerdos, ella. La miré asustada.

—Necesito sentarme —alcancé a decir apoyándome de la pared.

Uno de los vigilantes nos vio y se acercó con prisa. Me ofreció un vaso de agua y me llevó hasta un banco para que pudiera sentarme.

—Gracias —les dije a ambos—, solo dame un momento.

—¿Qué te pasó? —preguntó ella sentándose a mi lado.

—Creo... creo que debemos ver esos vídeos rápido.

Ella asintió y me ayudó a ponerme de pie mientras íbamos hacia el salón del club de vídeo. Llegamos al lugar y Angeline tocó la puerta. Un muchacho delgado y con la cara llena de acné abrió.

EXPERIMENTO GEMINI - Proyecto 214Donde viven las historias. Descúbrelo ahora